lunes, 28 de octubre de 2019

La Caída Del Muro De Berlín

[Historia]

Un muro destinado a durar cien años

Berlín Este, noche del domingo 5 al lunes 6 de febrero de 1989

Con el rostro ennegrecido por el carbón, los hombres avanzan por el canal del distrito de Britz. Con la mayor discreción, atraviesan una primera barrera sin problemas, luego una segunda, esta última conectada con el sistema central de seguridad del Muro.
El sonido de una sirena desgarra la noche helada; la luz de los proyectores automáticos barre el espacio por donde se han introducido; desde una torre de observación cercana, tres guardias fronterizos disparan tiros de intimidación. Asustados, los dos fugitivos corren en zigzag para evitar las luces; tratan de alcanzar el río Spree, zambullirse en sus aguas y nadar hasta la otra orilla; una patrulla de guardia, surgida de la noche, les apunta. Uno de ellos recibe diez balas en el pecho. Muere al instante. El otro, herido en un pie, es capturado por las tropas fronterizas.

Plätz, cuartel general de las tropas fronterizas de la Alemania del Este, miércoles 8 de febrero de 1989

De un salto se cuadran. El generaloberst Klaus Dieter Baumgarten, miembro del Consejo Superior de la Guerra de la República Democrática Alemana, hace su entrada. Mira de arriba abajo a los asistentes. Los ocho generales y coroneles enviados por el Estado Mayor adivinan sin problemas la razón de su preocupación. Corre el rumor de que la orden de «tirar a matar», que está en vigor de forma oficiosa desde la construcción del Muro el 13 de agosto de 1961, está caduca, pues dos hombres han tratado de atravesar la frontera. Un «lamentable accidente» ocurrido en la noche del 5 al 6 de febrero.

—Camaradas —dice Baumgarten—, elementos hostiles, a sueldo del imperialismo, están dispuestos a correr todos los riesgos para reunirse con nuestros enemigos. Los fugitivos de Berlín eran culpables del crimen de querer abandonar la República. Los guardias fronterizos que los interceptaron cumplieron con su deber y se han comportado como héroes. Esos valientes soldados han recibido la felicitación por escrito del camarada Erich Mielke. Pronto serán condecorados, obtendrán una prima y la Seguridad del Estado les concederá el verano próximo, a título excepcional, unas vacaciones de dos semanas en un pueblo turístico del Báltico. En cuanto al joven detenido hace dos días, será juzgado. Y se ha informado a los familiares de Gueffroy, la víctima, de que murió en un trágico incidente en la frontera1.

El rostro del general Baumgarten se vuelve sombrío.
—Este asunto es muy delicado, ténganlo por seguro. Si por casualidad la prensa y las cancillerías occidentales llegasen a conocer las circunstancias exactas de la muerte de Gueffroy, la RDA sería calumniada de nuevo. No podemos permitirnos estar aislados en el cuarenta aniversario de nuestro Estado obrero y campesino. 

Se pone las gafas de concha y continúa, elevando la voz:

—La frontera que divide Berlín es la más difícil de franquear del planeta. Pero, a pesar de la reciente instalación de barreras metálicas suplementarias y de la construcción de puertas con apertura teledirigida en algunos segmentos, mis servicios han registrado un recrudecimiento de las evasiones llevadas a cabo con éxito estos últimos años, lo cual alegraría mucho a los medios occidentales. En el futuro debemos mantener un alto grado de seguridad y reforzar aún más los controles fronterizos. Pero debemos hacerlo de otra forma. Las consignas son claras: para ser breve, alta tecnología en vez de derramamiento de sangre. Por eso es absolutamente necesario que aceleremos los preparativos y la puesta a punto del plan «Muro de alta tecnología 2000».

El general Baumgarten saca de su cartera un grueso fajo de planos y proyectos. Mientras sus subordinados hojean los documentos que les ha hecho distribuir, se acerca a la ventana. La nieve cae en abundancia sobre la llanura de Brandeburgo; en la calle desierta, un Trabant patina.

El «Muro de alta tecnología 2000»: ¡Su último reto, el más ambicioso de todos! Desde hace treinta y cinco años se ocupa de la seguridad y de la protección de las fronteras de la RDA y, en particular, de las del Muro. Antes de su edificación, entre ciento cincuenta y doscientos mil alemanes del Este, la mayoría jóvenes cualificados, abandonaban el país cada año. A primera hora del 13 de agosto de 1961, bajo la protección de carros blindados soviéticos, Erich Honecker, el futuro secretario general del Partido, supervisó el desarrollo de la operación de acordonamiento indispensable para la construcción del Muro: trece estaciones de metro cerradas; la mayoría de los puntos de paso entre los sectores, amurallados; el conjunto de las infraestructuras, administraciones y redes de distribución de gas, agua y electricidad, reorganizado. Las redes de alambradas ordinarias, y luego los muros de ladrillo hueco erizados, fueron reemplazados por bloques prefabricados con cemento armado pesado y de alta densidad, de una altura de 3,6 metros y coronados por una cresta de cemento.

El general está orgulloso de esta larga franja que en algunos lugares tiene un espesor de cien metros en los que no menos de once series de obstáculos esperan a los candidatos a la huida. A sus visitantes, miembros de delegaciones de países hermanos, se complace en enseñarles los detalles de los sistemas de alarma, los hilos para tropezar que están conectados con cohetes de alumbrado, las puntas de acero incrustadas en el cemento, las pistas para perros, las fosas antitanques, los obstáculos con alambres de púas, las trampas destinadas a los vehículos demasiado aventureros, las planchas de clavos dispuestas al pie del cinturón interior, cuyas largas puntas de doce centímetros pueden literalmente clavar en el suelo a un hombre que saltase desde el muro interior. Delante del Spree, el río que separa en algunos lugares las ciudades gemelas, les explica el funcionamiento de las instalaciones subacuáticas, el de las placas de acero erizadas de clavos y el de las barreras de barro; la eficacia de las redes electrificadas que impiden el acceso a los canales subterráneos que unen las dos partes de Berlín. Desde el camino asfaltado que rodea el interior de la zona fronteriza han podido contemplar el círculo de doscientas sesenta torres de observación que se interponen entre el Oeste y los ciudadanos de Berlín a quienes es necesario disuadir de sus deseos de emigrar.

Baumgarten piensa de nuevo en aquella jornada radiante de agosto de 1966, cuando una multitud abigarrada, que agitaba frenéticamente pequeñas banderas tricolores con espigas de trigo, el compás y el martillo, desfiló por la avenida Unter den Linden. A aquel desfile del Muro con aires de fiesta le sucedieron, en los años posteriores, desfiles militares, maniobras, revistas y concentraciones de las FDJ, las Juventudes Comunistas, cuyo brillo y fastuosidad no ha olvidado.

Fuera, la nieve cae con mayor intensidad. Con paso lento y gesto de preocupación, el general se acerca a sus hombres.

—Con el fin de reducir los accidentes mortales, el «Muro de alta tecnología 2000» debe permitirnos detectar y seguir a todo individuo que se le acerque antes de que llegue a las primeras fortificaciones. Al final, todos los intentos de huida serán grabados por un sistema de vigilancia electrónica siempre más allá de las instalaciones del Muro.

Con voz monocorde, habla de la futura instalación de sensores que captan los intentos de escalada, de detectores acústicos por infrarrojos que permiten descubrir cualquier variación del campo magnético, de nuevos captadores de corriente a lo largo de la frontera. De ahora en adelante, las patrullas de guardias gozarán de emisores móviles y aparatos de infrarrojos.

—Comprenderá usted por qué, coronel Hoffmann, esperamos con impaciencia los resultados del Instituto Central de Geofísica de Potsdam en materia de detección de los seísmos.

Hoffmann, representante de los servicios de planificación material del Ministerio de la Defensa Nacional, se levanta penosamente.

—No están listos. Los últimos ensayos han revelado que nuestro sistema todavía no permitiría distinguir a las personas de los animales. La puesta a punto de los combinados electrónicos que deben proporcionar piezas y microchips también está retrasada por falta de financiación.

Baumgarten da un puñetazo sobre la mesa.

—¡Inútiles! Arrégleselas para que respeten sus contratos lo antes posible. ¡El «Muro de alta tecnología 2000» tiene prioridad absoluta!
1 Estos últimos nunca pudieron velar su cadáver, ya que la Stasi procedió inmediatamente a la cremación del cuerpo, tal como acostumbraba a hacer en circunstancias parecidas para que nadie verificase las causas de la muerte.

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