martes, 17 de diciembre de 2019

Terra Alta

Javier Cercas

Categoría: NARRATIVA

Un crimen terrible sacude la apacible comarca de la Terra Alta: los propietarios de su mayor empresa, Gráficas Adell, aparecen asesinados tras haber sido sometidos a atroces torturas. Se encarga del caso Melchor Marín, un joven policía y lector voraz llegado desde Barcelona cuatro años atrás, con un oscuro pasado a cuestas que le ha convertido en una leyenda del cuerpo y que cree haber enterrado bajo su vida feliz como marido de la bibliotecaria del pueblo y padre de una niña llamada Cosette, igual que la hija de Jean Valjean, el protagonista de su novela favorita: Los miserables.

Partiendo de ese suceso, y a través de una narración trepidante y repleta de personajes memorables, esta novela se convierte en una lúcida reflexión sobre el valor de la ley, la posibilidad de la justicia y la legitimidad de la venganza, pero sobre todo en la epopeya de un hombre en busca de su lugar en el mundo.

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La Centinela

La Palabra del Mudo

Nadie puede volar

SIMONETTA AGNELLO HORNBY

Categoría: NARRATIVA

Sin duda no resulta fácil aceptar la propia discapacidad o la de un ser querido. Desde que era una niña, en su Sicilia natal, Simonetta Agnello convivió con personas que padecían una minusvalía y que eran del todo aceptadas y formaban incluso parte de su entorno familiar: del ciego se decía que «no ve bien», del cojo que «le cuesta caminar», del gordo que «pesa bastante», del sordo que «hay que gritarle un poco», sin pensar en estas particularidades como defectos o discapacidades. Después en su madurez, y ya afincada en Londres, su hijo George le comunicará un día que padece esclerosis múltiple. Y de esa experiencia nacerá más tarde Nadie puede volar, un libro escrito a «cuatro manos», en el que la voz de Simonetta hace de contrapunto a la de su hijo, el cual nos explica su enfermedad y nos enseña a través de ella a ver la vida de una manera distinta, pero, no por eso, menos divertida e interesante.

PRIMERA PARTE

UNA FAMILIA NORMAL

Viví mis diez primeros años entre Agrigento, Palermo y, en los largos veranos, Mosè. Mosè, cerca de Agrigento, era nuestra casa de campo, y mi familia —papá, mamá, mi hermana Chiara y Giuliana, la niñera húngara— se quedaba allí hasta el final de la recogida de la aceituna, a primeros de noviembre. Mi vida era distinta de la de los otros niños, incluidos mis queridísimos primos, que vivían en Palermo: ellos iban al colegio todos los días, mientras que yo tenía una profesora particular que, de noviembre a junio, venía todas las mañanas a las siete para darme una hora de clase. Todos los años debía presentarme a los exámenes como alumna libre antes de ir a Mosè, adonde vendrían a pasar las vacaciones con nosotros los abuelos Agnello y los hermanos de mamá —la tía Teresa y el tío Giovanni— con sus respectivas familias, además de otros invitados que pasaban en casa periodos más breves.

Sucedió por casualidad. En septiembre de 1950 se inauguró la escuela rural para los niños de la granja Mosè: una amplia habitación, con pizarra, bancos y una mesa sobre una tarima, a la que se accedía desde el zaguán de nuestra casa. Yo, con apenas cinco años, también quería asistir, y la maestra no me lo impidió. Cuando la familia se disponía a regresar a la ciudad, la maestra les sugirió a mis padres que me hicieran cursar los estudios por libre bajo la supervisión de su tía, la señorita Gramaglia. Su consejo fue escuchado.

Mamá en particular lo acogió con entusiasmo por dos motivos.

El primero era de orden práctico: Chiara padecía linfatismo, una enfermedad que entonces se diagnosticaba mucho, casi como si estuviera de moda, y que le provocaba fiebre y le quitaba el apetito. El tratamiento, aparte de unas dolorosísimas inyecciones que el doctor Vadalà venía a ponerle todas las tardes, consistía en hacer reposo absoluto. Chiara se pasaba la mayor parte del tiempo en la cama y salía muy de cuando en cuando, así que necesitaría una profesora particular. Por lo tanto, era conveniente que yo empezara a estudiar en casa para hacerle compañía durante el día.

Yo estaba contenta: adoraba a mi hermanita pálida y delgada, de preciosos cabellos negros recogidos en dos gruesas trenzas («Por lo menos el linfatismo no le ha debilitado el pelo», decía mamá con una sonrisa triste), y pasaba mucho tiempo con ella. Además, participaba en sus interminables comidas porque había inventado un juego para animarla a comer: un moscardón malo «robaba» el bocado del cubierto que Giuliana le acercaba a la boca y yo intentaba darle caza. Hacía teatro buscándolo por todas partes: en las paredes, detrás de las butacas e incluso dentro de los cajones. Me subía a una silla para alejarlo del cristal de la ventana, donde Chiara aseguraba haberlo entrevisto entre las anillas de la cortina, me metía debajo de la mesa y de las sillas para tratar de pillarlo, y a veces fingía que tropezaba y me caía. Mientras tanto, Chiara tomaba cucharadas de pasta y trocitos de carne para hacerme creer que se los había zampado el moscardón y se echaba a reír cuando yo mostraba mi desesperación al ver el plato vacío: ¡el maldito bicharraco había vuelto a derrotarme!

A Chiara se lo consentíamos todo. En Agrigento, quien alegraba sus largas tardes en la cama era Paolo, el chófer de papá, ya desocupado y de edad avanzada: a papá le gustaba conducir, y mamá salía poco y en general a pie para hacer recados cerca de casa. Paolo, como todos los cocheros y chóferes palermitanos, en los ratos de inactividad jugaba a las cartas con los compañeros o hacía solitarios; se le daban particularmente bien las cartas sicilianas, de bonitas figuras multicolores. Mamá le pidió que entretuviera a Chiara: todos los días, a las tres en punto, él se adentraba en el pasillo desde el que se accedía a nuestras habitaciones arrastrando los pies y con la baraja en el bolsillo. Chiara lo esperaba muy erguida, apoyada en las almohadas que Giuliana había amontonado detrás de su espalda, preparada para jugar; sobre sus rodillas, la tabla de madera que se utilizaba para extender la masa con el rodillo, transformada ahora en mesa de juego con el añadido de un paño verde.

Paolo se sentaba en un taburete bajo junto a la cama —era incómodo, pero él no se quejaba— y los dos, niña y anciano, empezaban a jugar. Con los años, Chiara aprendió primero la casita robada, luego la escoba, la brisca e incluso algunos juegos de azar inapropiados para las mujeres y los niños como el sacanete. Paolo la dejaba ganar casi siempre, y entonces sus mejillas pálidas se teñían ligeramente de rosa. Él la miraba con ternura, sentía por ella un cariño muy especial porque Chiara se parecía a papá de pequeño. Todos nosotros le estábamos agradecidos porque sabía hacerla feliz, incluso Giuliana, aunque no aprobara aquellas partidas de cartas y quizá incluso estuviera un poco celosa.

El segundo motivo por el que la idea de las clases particulares había sido aceptada de inmediato era igual de importante para mamá: echaba mucho de menos a sus hermanos, y si Chiara y yo estudiábamos en casa, ella podría pasar algunas semanas en Palermo con nosotras, como invitadas de la tía Teresa y el tío Peppino. Nosotras disfrutaríamos de la compañía de Silvano (de mi edad, apenas nos llevábamos ocho meses) y estudiaríamos haciendo los deberes que nos pusiera la señorita Gramaglia. Además, el tío Giovanni, su esposa, la tía Mariola, y sus hijos, Maria, Gaspare y Gabriella, vivían en el mismo rellano, y en el mismo barrio vivía también la tribu Agnello: el abuelo, sus cinco hermanos y sus cuatro hermanas, sus hijos y sus nietos. Giuliana se hospedaría en casa de sus cuñados y vendría todos los días para ocuparse de nosotras como siempre.

Giuliana era diferente. Para empezar, era extranjera, no hablaba siciliano, y cuando hablaba en italiano, lo hacía con un acento muy particular. Tenía un rostro agraciado, se maquillaba cuidadosamente utilizando polvos de arroz y valoraba la elegancia: pese a su cojera —nos había contado que de niña se rompió una pierna a causa de una desgraciada caída y la fractura no se soldó bien—, llevaba siempre zapatos de tacón. Le gustaba hablar de su país, Hungría, exótico para nosotras. Perdió a su madre de pequeña y su padre volvió a casarse con una mujer muy antipática. Giuliana no se llevaba bien con ellos y por eso pasaba las vacaciones con una tía materna que tenía una bonita casa en Sarajevo. Precisamente estaba allí, en Sarajevo, cuando el archiduque austriaco sufrió el atentado que desencadenó la primera guerra mundial. Y fue justo entonces, en tiempos de guerra, cuando conoció al amor de su vida: Giorgio Argento, un palermitano, ingeniero de los ferrocarriles italianos, que trabajaba en Bosnia. Su padre se oponía a aquel matrimonio, y los enamorados, con ayuda de la tía de Giuliana, organizaron la clásica «fuga». Pasados los años, Giuliana decía casi riendo que 1914 había sido «un año doblemente funesto: el inicio de la Gran Guerra y de un matrimonio que me causó disgustos e infelicidad». Resultó que su marido no sólo tenía mal carácter, sino que, por añadidura, era infiel (una palabra que yo no entendía bien, pero que sin duda guardaba relación con una fe religiosa distinta de la nuestra). Pese a todo, ella lo quería. Vivieron en diferentes ciudades y luego durante muchos años en Trieste. Cuando estalló la segunda guerra mundial, él se fue a la montaña con otra mujer y la dejó sola y humillada. Giuliana, al término de un viaje rocambolesco, encontró refugio en Palermo, en casa de sus cuñados, con los que mantenía contacto epistolar. Totò, contable, y Angelina, ama de casa, vivían juntos. Avergonzados por el comportamiento de su hermano, acogieron a Giuliana con los brazos abiertos en la casa familiar: eso es lo que decía ella cuando les contaba a las visitas sus tribulaciones. Totò y Angelina eran muy devotos: se dedicaban a las obras de beneficencia y por la noche rezaban el rosario juntos, en voz alta; de vez en cuando invitaban a cenar al párroco. Todas las amigas de Angelina eran seglares comprometidas con la iglesia, y Giuliana, que trabajaba como bordadora, se aburría. Pero, sobre todo, quería ser independiente, y por eso aceptó venir a nuestra casa para bordar mi canastilla antes de que yo naciera.

La gente la admiraba porque era «de fuera», pero no había hecho amistades porque era arisca y quisquillosa. Se peleaba con las personas del servicio, que según ella no la respetaban como deberían, y manifestaba su desprecio retirándoles el saludo. Incluso la tomaba con mamá porque no se ponía de su parte y no reñía a las doncellas; en esos casos, evitaba saludarla cuando se cruzaban en el pasillo. «Buenos días, Giuliana», decía enseguida mamá, en respuesta a un saludo inexistente. Y ella se sulfuraba.

Mamá me recordaba a menudo que Giuliana había tenido una vida infeliz y que por eso era preciso compadecerla y aceptarla. Yo la quería muchísimo, a pesar de que a mis primos no les resultaba simpática.

En casa no se pegaba a los niños. Mamá no lo hizo nunca; de papá recuerdo un solo bofetón, que él lamentó mucho: yo tenía cuatro años y había llamado «mono» al abuelo. Su mano golpeó mi mejilla mientras me gritaba: «¡Respeta a tu abuelo!».

Giuliana, en cambio, creía que estaba bien darnos una azotaina de vez en cuando. Cuando yo, incorregible, me negaba a pedirle disculpas después de que me hubiera echado una bronca o incluso le replicaba, perdía la paciencia. «¡Tu madre no me deja que te dé los cachetes que mereces, pero no puede prohibirme que me los dé a mí!», decía, exasperada, y se abofeteaba. Cuando iba más allá y se golpeaba la cabeza con los puños cerrados, me asustaba. Enseguida aprendí a obedecerla y hacer lo que quería en secreto, cuando ella no estaba.

Nadie decía abiertamente que estaba coja. «Giuliana no puede correr, caminad a su lado despacito», nos indicaba mamá. En el campo, la ayudábamos a pasar por los terrenos arados e inestables, y a los niños que venían de visita les repetíamos: «Giuliana no puede correr». Nunca se nos pasó por la cabeza que tuviera un defecto o una discapacidad, o que fuera menos hábil que los demás.

En la familia empleábamos de modo natural ese tipo de expresiones para indicar una forma de «diversidad», aludiendo a peculiaridades que hacían imposible o difícil llevar una vida normal, pero que, en cualquier caso, no eran sinónimo de inferioridad. De un ciego se decía «no ve bien», de alguien que renqueaba, «le cuesta andar», de un obeso, «pesa mucho», de un inválido, «le falta una pierna», de un tonto, «a veces no entiende», de un sordo, «hay que hablarle en voz alta». Y sólo se transmitían las imperfecciones que debían tenerse en cuenta en los juegos o en las relaciones sociales.

En Palermo, lo que me hacía completamente feliz era jugar con mis primos y con Ninì, la hermanastra de Silvano, hija del primer matrimonio del tío Peppino, que se había quedado viudo muy joven. Ninì tenía más o menos la edad de mamá, es decir, unos treinta años, y era sordomuda. Le gustaba estar con nosotros, la tratábamos con deferencia porque era mayor, y con mucho afecto porque había perdido a su madre de pequeña. Aprendimos casi automáticamente el alfabeto manual y, representando las letras con los dedos, conversábamos con fluidez. A los invitados que no la conocían, yo les advertía: «Ninì no habla bien».

Ninì hacía la vida normal de una chica soltera. Acompañaba a la tía Teresa o a otros familiares cuando salían a hacer recados. Tenía una renta propia y le gustaba gastarla en ropa, zapatos y bolsos. Pero su auténtica pasión era comprar platos, cubiertos, cazuelas, manteles, paños de cocina…, en suma, todo lo necesario para el ajuar de cocina que utilizaría cuando se casara. Volvía a casa cargada de paquetes, nos enseñaba sus adquisiciones para que las admirásemos y luego las guardaba en el armario del ajuar, en su habitación. Le gustaban los dulces y observaba a la tía Teresa cuando los preparaba, pero no la ayudaba y ni siquiera quería aprender a hacerlos. Prefería jugar con nosotros, y tampoco eso nos parecía nada raro.

A veces Ninì se encaprichaba del bolso o el vestido de otra y quería uno parecido. En esos casos, la tía Teresa hacía sus indagaciones y después iban a comprarlo juntas. En una ocasión se prendó de una chaqueta azul de mamá. Preguntó si podía probársela y, como le quedaba bien, decidió que quería una del mismo modelo y la misma tela, pero en rojo. Lamentablemente, en la tienda de Agrigento donde mamá la había comprado no la tenían en ese color, y la tía Teresa, pese a que la buscó por todo Palermo, no consiguió encontrar ninguna parecida.

Ficción: Nightflyers (Voladores Nocturnos)

George R R Martin

Categoría: NARRATIVA

Los volcryn están a punto de desgarrar el Velo del Tentador, que pende como una niebla negra entre las estrellas. Y nosotros los seguimos por los abismos interestelares que nadie más transita. A través del vacío, a través del silencio infinito, vamos en pos de ellos mi Nómada Nocturno y yo

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miércoles, 11 de diciembre de 2019

Yo Soy Una Señora

Jaime Bayly

Categoría: NARRATIVA

«Yo, desde chica, he sido muy de derecha. Nunca he sido comunista, tan bruta no soy. He sido marihuanera, pero no comunista, he sido marihuanera de derecha».

Una mujer adicta al sexo, un esposo tarado que escoge los regalos más inadecuados para su mujer, una azafata que sueña con jubilarse, una locutora radial de madrugada, una derechista pistolera, una pintora que no consigue vender sus cuadros.

Este universo de personajes, esta fauna de seres delirantes, es la que habita en Yo soy una señora. En estos cuentos atravesados por el humor y la ironía, el autor ha logrado un registro oral que transita entre la confesión de parte, el relato testimonial y el chisme. Usted, lector, tendrá la impresión de estar sentado en alguna sala de espera junto a un extraño que, sin ninguna vergüenza, compartirá los detalles más privados de su vida, esos de los que normalmente nadie quiere hablar, pero que, a decir verdad, todos disfrutamos escuchar.

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La Palabra del Mudo

El escritor y sus Fantasmas

martes, 10 de diciembre de 2019

De La Honda A Los Drones

Juan Carlos Losada

Actualidad del Siglo XXI

LA GUERRA COMO MOTOR DE LA HISTORIA

Este libro singular, de concienzuda factura y riqueza de contenido, es el primer compendio de la historia de la guerra publicado hasta el momento en España.

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Bob Woodward

Actualidad del Siglo XXI

«El verdadero poder es −ni tan siquiera quiero utilizar la palabra− el miedo.» 

CANDIDATO Donald Trump, 31 de marzo de 2016, durante una entrevista dada cuando se postulaba como presidente de Estados Unidos.


Con esa forma de comunicar tan autoritaria, perfeccionada durante ocho presidencias desde Nixon a Obama, el autor Bob Woodward revela con una minuciosidad sin precedentes la tormentosa vida del presidente Donald Trump dentro de la Casa Blanca, así como los detalles intrínsecos sobre la toma de importantes decisiones en política nacional e internacional.
Miedo es el retrato más íntimo que se haya publicado sobre un presidente en el poder durante su primer año de mandato.
Woodward extrae su información de cientos de horas de entrevistas con fuentes de primera mano, anotaciones de reuniones, diarios personales, archivos y documentos. Lleno de detalles del día a día, diálogos y documentación, Miedo hace un recorrido por las decisiones trascendentales en asuntos de ámbito internacional y nacional, y nos ofrece vívidos detalles de las negociaciones entre los abogados de Trump y Robert Mueller, el fiscal especial en las investigaciones sobre Rusia, exponiendo públicamente por primera vez las discusiones y estrategias que se fueron planteando reunión tras reunión. Revela cómo los altos cargos de la Casa Blanca de Trump tuvieron que organizarse para robar proyectos de decreto del Despacho Oval del presidente para que no creara normativas que pusieran en jaque operaciones de inteligencia cruciales.
«Era, prácticamente, un golpe de Estado administrativo —escribe Woodward—, una crisis nerviosa del poder ejecutivo en el país más poderoso del mundo.»
Miedo es el retrato más íntimo sobre un presidente en activo jamás publicado anteriormente durante sus primeros años en la Casa Blanca.

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Siglo XXI/Wikipedia

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lunes, 28 de octubre de 2019

La Caída Del Muro De Berlín

[Historia]

Un muro destinado a durar cien años

Berlín Este, noche del domingo 5 al lunes 6 de febrero de 1989

Con el rostro ennegrecido por el carbón, los hombres avanzan por el canal del distrito de Britz. Con la mayor discreción, atraviesan una primera barrera sin problemas, luego una segunda, esta última conectada con el sistema central de seguridad del Muro.
El sonido de una sirena desgarra la noche helada; la luz de los proyectores automáticos barre el espacio por donde se han introducido; desde una torre de observación cercana, tres guardias fronterizos disparan tiros de intimidación. Asustados, los dos fugitivos corren en zigzag para evitar las luces; tratan de alcanzar el río Spree, zambullirse en sus aguas y nadar hasta la otra orilla; una patrulla de guardia, surgida de la noche, les apunta. Uno de ellos recibe diez balas en el pecho. Muere al instante. El otro, herido en un pie, es capturado por las tropas fronterizas.

Plätz, cuartel general de las tropas fronterizas de la Alemania del Este, miércoles 8 de febrero de 1989

De un salto se cuadran. El generaloberst Klaus Dieter Baumgarten, miembro del Consejo Superior de la Guerra de la República Democrática Alemana, hace su entrada. Mira de arriba abajo a los asistentes. Los ocho generales y coroneles enviados por el Estado Mayor adivinan sin problemas la razón de su preocupación. Corre el rumor de que la orden de «tirar a matar», que está en vigor de forma oficiosa desde la construcción del Muro el 13 de agosto de 1961, está caduca, pues dos hombres han tratado de atravesar la frontera. Un «lamentable accidente» ocurrido en la noche del 5 al 6 de febrero.

—Camaradas —dice Baumgarten—, elementos hostiles, a sueldo del imperialismo, están dispuestos a correr todos los riesgos para reunirse con nuestros enemigos. Los fugitivos de Berlín eran culpables del crimen de querer abandonar la República. Los guardias fronterizos que los interceptaron cumplieron con su deber y se han comportado como héroes. Esos valientes soldados han recibido la felicitación por escrito del camarada Erich Mielke. Pronto serán condecorados, obtendrán una prima y la Seguridad del Estado les concederá el verano próximo, a título excepcional, unas vacaciones de dos semanas en un pueblo turístico del Báltico. En cuanto al joven detenido hace dos días, será juzgado. Y se ha informado a los familiares de Gueffroy, la víctima, de que murió en un trágico incidente en la frontera1.

El rostro del general Baumgarten se vuelve sombrío.
—Este asunto es muy delicado, ténganlo por seguro. Si por casualidad la prensa y las cancillerías occidentales llegasen a conocer las circunstancias exactas de la muerte de Gueffroy, la RDA sería calumniada de nuevo. No podemos permitirnos estar aislados en el cuarenta aniversario de nuestro Estado obrero y campesino. 

Se pone las gafas de concha y continúa, elevando la voz:

—La frontera que divide Berlín es la más difícil de franquear del planeta. Pero, a pesar de la reciente instalación de barreras metálicas suplementarias y de la construcción de puertas con apertura teledirigida en algunos segmentos, mis servicios han registrado un recrudecimiento de las evasiones llevadas a cabo con éxito estos últimos años, lo cual alegraría mucho a los medios occidentales. En el futuro debemos mantener un alto grado de seguridad y reforzar aún más los controles fronterizos. Pero debemos hacerlo de otra forma. Las consignas son claras: para ser breve, alta tecnología en vez de derramamiento de sangre. Por eso es absolutamente necesario que aceleremos los preparativos y la puesta a punto del plan «Muro de alta tecnología 2000».

El general Baumgarten saca de su cartera un grueso fajo de planos y proyectos. Mientras sus subordinados hojean los documentos que les ha hecho distribuir, se acerca a la ventana. La nieve cae en abundancia sobre la llanura de Brandeburgo; en la calle desierta, un Trabant patina.

El «Muro de alta tecnología 2000»: ¡Su último reto, el más ambicioso de todos! Desde hace treinta y cinco años se ocupa de la seguridad y de la protección de las fronteras de la RDA y, en particular, de las del Muro. Antes de su edificación, entre ciento cincuenta y doscientos mil alemanes del Este, la mayoría jóvenes cualificados, abandonaban el país cada año. A primera hora del 13 de agosto de 1961, bajo la protección de carros blindados soviéticos, Erich Honecker, el futuro secretario general del Partido, supervisó el desarrollo de la operación de acordonamiento indispensable para la construcción del Muro: trece estaciones de metro cerradas; la mayoría de los puntos de paso entre los sectores, amurallados; el conjunto de las infraestructuras, administraciones y redes de distribución de gas, agua y electricidad, reorganizado. Las redes de alambradas ordinarias, y luego los muros de ladrillo hueco erizados, fueron reemplazados por bloques prefabricados con cemento armado pesado y de alta densidad, de una altura de 3,6 metros y coronados por una cresta de cemento.

El general está orgulloso de esta larga franja que en algunos lugares tiene un espesor de cien metros en los que no menos de once series de obstáculos esperan a los candidatos a la huida. A sus visitantes, miembros de delegaciones de países hermanos, se complace en enseñarles los detalles de los sistemas de alarma, los hilos para tropezar que están conectados con cohetes de alumbrado, las puntas de acero incrustadas en el cemento, las pistas para perros, las fosas antitanques, los obstáculos con alambres de púas, las trampas destinadas a los vehículos demasiado aventureros, las planchas de clavos dispuestas al pie del cinturón interior, cuyas largas puntas de doce centímetros pueden literalmente clavar en el suelo a un hombre que saltase desde el muro interior. Delante del Spree, el río que separa en algunos lugares las ciudades gemelas, les explica el funcionamiento de las instalaciones subacuáticas, el de las placas de acero erizadas de clavos y el de las barreras de barro; la eficacia de las redes electrificadas que impiden el acceso a los canales subterráneos que unen las dos partes de Berlín. Desde el camino asfaltado que rodea el interior de la zona fronteriza han podido contemplar el círculo de doscientas sesenta torres de observación que se interponen entre el Oeste y los ciudadanos de Berlín a quienes es necesario disuadir de sus deseos de emigrar.

Baumgarten piensa de nuevo en aquella jornada radiante de agosto de 1966, cuando una multitud abigarrada, que agitaba frenéticamente pequeñas banderas tricolores con espigas de trigo, el compás y el martillo, desfiló por la avenida Unter den Linden. A aquel desfile del Muro con aires de fiesta le sucedieron, en los años posteriores, desfiles militares, maniobras, revistas y concentraciones de las FDJ, las Juventudes Comunistas, cuyo brillo y fastuosidad no ha olvidado.

Fuera, la nieve cae con mayor intensidad. Con paso lento y gesto de preocupación, el general se acerca a sus hombres.

—Con el fin de reducir los accidentes mortales, el «Muro de alta tecnología 2000» debe permitirnos detectar y seguir a todo individuo que se le acerque antes de que llegue a las primeras fortificaciones. Al final, todos los intentos de huida serán grabados por un sistema de vigilancia electrónica siempre más allá de las instalaciones del Muro.

Con voz monocorde, habla de la futura instalación de sensores que captan los intentos de escalada, de detectores acústicos por infrarrojos que permiten descubrir cualquier variación del campo magnético, de nuevos captadores de corriente a lo largo de la frontera. De ahora en adelante, las patrullas de guardias gozarán de emisores móviles y aparatos de infrarrojos.

—Comprenderá usted por qué, coronel Hoffmann, esperamos con impaciencia los resultados del Instituto Central de Geofísica de Potsdam en materia de detección de los seísmos.

Hoffmann, representante de los servicios de planificación material del Ministerio de la Defensa Nacional, se levanta penosamente.

—No están listos. Los últimos ensayos han revelado que nuestro sistema todavía no permitiría distinguir a las personas de los animales. La puesta a punto de los combinados electrónicos que deben proporcionar piezas y microchips también está retrasada por falta de financiación.

Baumgarten da un puñetazo sobre la mesa.

—¡Inútiles! Arrégleselas para que respeten sus contratos lo antes posible. ¡El «Muro de alta tecnología 2000» tiene prioridad absoluta!
1 Estos últimos nunca pudieron velar su cadáver, ya que la Stasi procedió inmediatamente a la cremación del cuerpo, tal como acostumbraba a hacer en circunstancias parecidas para que nadie verificase las causas de la muerte.

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Blockchain: Fuego Prometeico O Aceite De Serpiente

Economía

PRÓLOGO

Blockchain es un término muy repetido y poco entendido, pero su potencial es indudable.

Una de sus aplicaciones más prometedoras son las organizaciones autónomas descentralizadas, o DAO, las cuales automatizan tareas de gobernanza en asociaciones de cualquier naturaleza. Hay quien no comprende el valor de la autogestión efectiva en organizaciones descentralizadas. Estas usan contratos automatizados entre participantes para crear sistemas mutualistas. Del mismo modo, hace apenas un siglo había mucha gente que se aferraba al caballo cuando llegaron los primeros automóviles.

En lugares donde las instituciones fallan flagrantemente, se entiende mucho más el valor de este nuevo estándar P2P, que debemos mejorar y orientar entre todos.

Los bloques de la Web 3.0 incluyen sistemas de intercambio de valor descentralizados y a prueba de falsificación, que respetan tanto la privacidad de los participantes como las normas consensuadas en su protocolo y se ejecutan sin favoritismos ni necesidad de árbitros o intermediarios. ¿Por qué son importantes la descentralización y la soberanía de datos? Asistimos a un incremento de las desigualdades que perpetúa el beneficio de quienes influyen sobre las instituciones. No nos conformamos con que otros posean la clave de nuestra existencia y tenemos la responsabilidad de crear sistemas inclusivos que permitan a cualquiera desarrollar su potencial. Si conseguimos crear sistemas inclusivos donde la gente tenga oportunidades de poseer parte de los Apple, Google, etc. del futuro, lograremos que puedan participar en la gran creación de riqueza y conocimiento de este siglo.

Como participantes activos en el desarrollo de servicios descentralizados sobre blockchain, muchos concebimos un futuro en que este nuevo protocolo descentralizado facilite sistemas más justos de intercambio de valor. La transparencia proporcionada por el funcionamiento de estos protocolos ayudará a establecer relaciones más justas, democráticas y provechosas entre participantes, sin sacrificar ni el respeto por la individualidad ni el interés general.

Yo participo en la Web 3.0 con Aragon, un proyecto único en muchos sentidos: no es una red social ni una app, herramientas con un ciclo de vida corto. Nuestro proyecto pretende cambiar la sociedad, y eso lleva décadas. Creo que en diez años el concepto de DAO irá asociado a nuestro esfuerzo, pues estamos creando las mejores herramientas para crear y gestionar este tipo de organizaciones sobre blockchain. En 2030, las DAO y blockchain se habrán implantado en la sociedad de tal modo que nos preguntaremos cómo pudimos vivir tantos siglos con organizaciones opacas, corruptas y controladas por unos pocos.

Estamos preparados para trabajar en el futuro desde hoy, y estás invitado a ayudarnos, en tanto que participante activo, para establecer las bases de un nuevo contrato social en la Red.

LUIS CUENDE

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Sicología

Este libro es una síntesis amplia, la primera que se debe a un autor español, de un movimiento que de día en día aumenta en todo el mundo, un movimiento en el que lo místico y lo científico, lo racional y lo intuitivo, Oriente y Occidente, se complementan y se unen en el contexto de un paradigma, a la vez nuevo y antiguo, que unifica a materia, consciencia y energía. No es posible entrar en lo transpersonal sin un proceso y una formación previa. Por esto, en el libro se examinan diversas escuelas psicológicas, como preámbulo para una nueva perspectiva: una concepción inseparable del ser humano como cuerpo, mente y espíritu. El autor pasa revista, así, a un amplio inventario de nombres y doctrinas, poniendo buen cuidado en diferenciar el movimiento transpersonal de otros sucedáneos de baratija que pululan dentro de la moda esotérica. También resulta decisiva, a juicio del autor, la consideración de la Respiración y el Movimiento (vibración) como claves para el proceso de curación y autoconocimiento. Psicología y psicoterapia transpersonal ofrece, en suma, una visión muy amplia de las actuales tendencias en el estudio de la psique, con un énfasis especial en este nuevo movimiento que apenas ha penetrado en las aulas universitarias.

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jueves, 5 de septiembre de 2019

Libro: SMALL DATA

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En un mundo obsesionado por crear nuevas tendencias, el gurú del comportamiento neurológico del consumidor Martin Lindstrom ha desarrollado un método para conseguir lo que toda empresa desea: entender los deseos más profundos de sus clientes y convertirlos en productos, marcas o negocios innovadores. Contratado por las principales multinacionales del mundo, Lindstrom observa unas trescientas noches al año a los consumidores en sus propios hogares. Y es que, como

martes, 2 de julio de 2019

Narrativa: Un marqués para mí

Olga Salar

Infolector

Lady Alice Alvanley estaba cansada de fingir que todo iba bien, cansada de sentirse sola e incomprendida, de que sus padres apenas tolerasen su presencia en sus vidas. Por todo ello, había decidido independizarse de ellos y, ¿qué mejor manera de hacerlo que buscándose un marido que la sacara de allí? Lucius Whinthrope no podía quitarse de la cabeza a la osada Lady Alice. Primero había tenido que intervenir para que esta no estropeara el compromiso de su hermana y, después de que este, por fin, se hubiera formalizado, parecía encontrársela allá donde fuera. ¿Se habría convertido el marqués en su nuevo objetivo?

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Narrativa: 'Serie Brubaker' - Pareja De Baile

Carolyn Zane

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Aunque era la única hija de una orgullosa y próspera familia de Texas, Patsy Brubaker no podía encontrar marido... Al menos, no a tiempo para que la acompañara a la reunión de antiguos alumnos de su colegio, y desde luego, no con tiempo suficiente para tener los dos preciosos hijos de los que había presumido.

Por suerte, tenía un plan para salir del apuro: lo único que tenía que hacer era convencer al rudo capataz, Justin Lassiter, para que fingiera ser su marido. ¡Pero debía procurar no enamorarse de aquel vaquero reacio al matrimonio!

Capítulo 1

—Patsy, cariño —Big Daddy Brubaker, el patriarca del extenso clan Brubaker se quitó de la boca el puro que estaba fumando para hablar con más claridad, y se arrellanó en el sillón para concentrarse mejor en la conversación con su hija—. Tu cumpleaños ha sido hace poco, ¿verdad, cielito?

Patsy asintió con una pizca de aprensión.

—¿Y cuántos has cumplido, mi niña?, ¿veintidós, veintitrés...?

—Veintiocho.

—¡Veintiocho! —exclamó maravillado—. ¡Qué deprisa pasa el tiempo! —comentó, mirándola fijamente—. Parece que fue ayer cuando te marchaste al extranjero a seguir esos cursos de danza —se quedó un instante en silencio, como sopesando aquella sorprendente noticia—. Veintiocho... —repitió meneando la cabeza incrédulo—. ¡Y que a estas alturas sigas viviendo con nosotros! —le reprochó, lanzando una mirada cargada de intención a Clarise, su mujer.

—Sí, Big Daddy —asintió Patsy. Por mucho que le doliera reconocerlo, aquella era la triste verdad.

En un intento de desviar la atención de su padre, echó un vistazo a su alrededor, a la casa que había sido su hogar durante toda su vida, con excepción de los cinco años que había pasado en Europa estudiando ballet.

Era sin duda una hermosa mansión; construida antes de la guerra impresionaba tanto por su tamaño como por su elegancia. En el frente se alzaban unos altos pilares que, semejantes a gigantes centinelas, sostenían una amplia baranda. El camino de entrada estaba bordeado por árboles imponentes, y en los alrededores se habían construido otra media docena de edificios. Desde donde estaba sentada, Patsy podía distinguir las habitaciones de los criados, el inmenso garaje, la casa de la piscina, un cenador, el invernadero, la rosaleda y los establos.

Era un lugar absolutamente perfecto salvo por una cosa: a aquellas alturas, Patsy debería estar en su propia casa, almorzando con sus amigos y su propia familia. Por desgracia no era así, y apenas veía a otras personas que no fueran sus padres y hermanos pequeños.

Se sentía cansada y algo deprimida; después de pasarse cinco años estudiando en Europa, ¿qué había conseguido? Tan sólo aparecer en un par de festivales benéficos en Dallas... por no hablar del hecho de que siguiera viviendo en las mismas habitaciones que desde niña tenía en casa de su padre. Muchas veces había pensando en intentar desarrollar una carrera en el competitivo mundo de la danza, pero, a su edad, ese deseo era poco más que un sueño. Por otra parte, tras haber pasado cinco años lejos de su familia, le quedaban pocas ganas de dejarles otra vez; todavía le dolía haberse perdido las bodas de sus tres hermanos mayores.

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Narrativa: Cada día más

Sophie Saint Rose

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Laura es una mujer de éxito. Al fin llegaba a lo más alto de su carrera por la confianza de su jefe, pero alguien no la dejaba disfrutar de ese momento como debía.

Arnold Weixler era un triunfador al que le volvían loco las faldas.

Tenía tantas conquistas que Laura había perdido la cuenta y aunque ya se había acostado con él, estaba deseando repetir.

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Narrativa: El Inglés

Ilsa Madden Mills

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Hay tres cosas muy evidentes sobre Elizabeth Bennet: es muy inteligente, siempre mantiene el control y su vida está basada en un conjunto de normas cuidadosamente elaborado. Ha aprendido de la manera más difícil que la gente a la que ama siempre acaba haciéndole daño. Pero entonces aparece Declan Blay, el nuevo vecino de su bloque de apartamentos. Declan es británico, experto en artes marciales y el chico malo del campus al que se supone que Elizabeth debe evitar, pero cuando lo conoce en una fiesta universitaria, todas las reglas que ella tiene sobre el sexo y el amor se desvanecen. Después de pasar una noche de pasión desenfrenada, él anhela algo más: tras la delgada pared que separa sus dormitorios, Declan sueña con que la vulnerable chica de al lado sea suya para siempre.

Una moderna historia de amor inspirada en Orgullo y prejuicio.

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Elena De La Cruz

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Adriana vive con el miedo de que su acosador la alcance. Carlos sobrevive a la decepción y el abandono de la mujer de su vida. Dos almas heridas que se encuentran y se ofrecen su amistad para salir a flote. Cuando la relación entre ambos empieza a cambiar, un accidente trastocará sus vidas y los hará aún más vulnerables. Solo la fuerza de sus sentimientos decidirá su futuro.

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Narrativa: Amores contra el tiempo

Dolores Conquero

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Ellas los amaron más jóvenes.

Oposición familiar, críticas —a veces implacables— del entorno, conflictos laborales… Son muchos los problemas a los que estas mujeres tuvieron que hacer frente, en diversos momentos históricos, por saltarse uno de los prejuicios más firmemente instalados en la sociedad: que una mujer no puede (o no debe) enamorarse de un hombre más joven que ella. Con un estilo ameno y riguroso, lleno de ritmo, la autora intenta ir más allá de los lugares comunes y a la vez ser escrupulosamente fiel a sus heroínas para contarnos sus historias de deseo, aventuras, amor, lágrimas, inevitables catástrofes y finales felices.

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Rompamos El Silencio

La Centinela

Categoría: NARRATIVA

Infolector

«Cualquier persona, sea dama o caballero, que no halle deleite en una buena novela, debe de ser intolerablemente estúpida.»

    La abadía de Northanger, Jane Austen

Fragmento tomado de 'El arte de la ficción' de James Salter.

Hay quien se desmaya con sólo ver algo, o al oír una noticia o la voz de alguien al que daba por muerto, pero nadie se desmaya por leer un libro. Y eso no quiere decir que los libros carezcan de poder sobre nosotros; su poder es de otra índole. Cuando lees, no ves ni oyes nada, y, sin embargo, te parece que sí. A mí me parecía estar en la Indochina francesa mientras leía El amante, de Marguerite Duras. Veía las amplias avenidas arboladas, los trajes blancos, el barrio chino. Conocí a la madre y al hermano, el increíble cuerpo desnudo de Hélène Lagonelle, al amante patético, y el hecho de que todo era parte del pasado, pero también estaba presente en la cara de la mujer que lo escribió. La novela se narra en primera persona. Es una confesión, y sólo inventada, pero yo la creí. Pasó a formar parte de mi historia del mundo. 
François Mauriac contó lo siguiente: 
Un chico de quince años, que se llamaba Paul Bourget, entró un día en un gabinete de lectura de la rue Soufflot y pidió el primer tomo del Père Goriot. Era la una cuando empezó a leer; eran las siete cuando el joven Paul se encontró de nuevo en la acera: se había acabado la obra de un tirón. «La alucinación de esta lectura había sido tan fuerte —escribió Bourget— que me tambaleaba... La intensidad del sueño en el que me había sumido Balzac produjo en mí efectos parecidos a los del alcohol o el opio. Demoré varios minutos en volver a captar la realidad de las cosas a mi alrededor y mi triste realidad...»
Balzac, como probablemente saben, había escrito cierto número de obras menores bajo distintos pseudónimos antes de iniciar los épicos veinte años en los que publicó unas noventa novelas firmadas con su nombre, entre ellas muchas obras maestras, una de las cuales es El pobre Goriot. 
Ciertos escritores tienen la capacidad de unir una palabra a otra o enhebrarlas en una secuencia que florece en la mente del lector, o logran describir tan bien las cosas que para éste se convierten en algo parecido o equivalente a la realidad. No depende sólo del acierto en la observación; también del modo de contar. 
Goriot es un anciano que en otros tiempos fue próspero y rico, con dos hermosas hijas a las que adora y por las que se desvive, y a las que concierta los matrimonios más favorables. Es parecido al rey Lear: él les da todo, y ellas demuestran ser ingratas y sumamente egoístas. Ya ni siquiera lo reciben en sus suntuosas casas, y el hombre vive, arruinado, en el último piso de una pensión de tres al cuarto, la Maison Vauquer, donde lo tienen por un don nadie, y aun así sigue plenamente entregado a sus desdeñosas hijas, de las que por cierto nadie ha oído hablar. 
Cada detalle de esta pensión, cada aposento y su mobiliario, cada uno de sus inquilinos está descrito con maestría, como si Balzac insistiera en que: ¡Todo es verdad! Toda esta historia de un París decimonónico corrompido, relumbrante y bullicioso, escondrijo maloliente y paraíso señorial, es verdad de principio a fin.
Así entramos en el comedor de la Maison Vauquer, con sus paredes de un color ya irreconocible, sus licoreras desportilladas y sucias, pilas de platos en los aparadores mugrientos, y las servilletas de los huéspedes salpicadas de vino en un casillero. La mesa está cubierta con un hule grasiento, las esterillas de paja raídas al punto de desaparecer, y las sillas desvencijadas y con los respaldos rotos.
Impera aquí, en resumidas cuentas, la miseria sin poesía; una miseria ahorrativa, concentrada, raída. Aunque aún no tiene fango, ya tiene manchas; aunque no tiene ni agujeros ni harapos, se deshace de puro podrida.
Esta habitación está en todo su esplendor en el momento en que, a eso de las siete de la mañana, el gato de la señora Vauquer antecede a su dueña.1
En este popurrí de la decadencia, con su desfile de detalles, cambios de perspectiva, interpelación directa al lector, escrutinio certero, orquestado como una especie de fanfarria, tiene lugar la entrada ridículamente majestuosa de una figura principal, la propietaria en persona, madame Vauquer, arrastrando los pies como una vieja actriz con zapatillas arrugadas, un casquete de tul torcido sobre la cabeza, precursora de nuestras peluqueras y de las reinas destronadas de los concursos de belleza. Se concede entonces una página brillante a su descripción, que no citaré completa, pero que empieza así:
La cara envejecida y regordeta, en cuyo centro destaca una nariz de pico de loro, las manos menudas y gordezuelas, el cuerpo rollizo como de rata de iglesia, la espetera excesiva y bamboleante armonizan con este comedor del que rezuma desdicha, donde se acurruca la especulación y cuyo aire cálidamente fétido respira la señora Vauquer sin que le dé asco.2
Hasta entonces, los escritores habían omitido, por considerarlos zafios y carentes de interés, los detalles de la vida cotidiana que tan vorazmente Balzac compendió y utilizó como una parte esencial de la verdad, de la realidad. Fue él quien abrió esa puerta. 
Leo por el placer de leer. Ya no tengo ni siento ninguna obligación de leer nada, aunque hay ciertos libros que me gustaría leer antes de morir, por razones difíciles de expresar. Si no, de alguna manera me sentiría incompleto, no del todo preparado. Me gustaría leer Las hermanas Makioka, de Junichir Tanizaki. Quiero leer la Trilogía transilvana, de Miklós Bánffy, y Los sonámbulos, de Hermann Broch. Me veo leyendo al final como Edmund Wilson poco antes de morir aprendía hebreo con botellas de oxígeno al pie de la cama.
Por supuesto siempre hay libros que, si no leo, quizá sí examine por curiosidad o para ver cómo están escritos. En realidad, no necesito saberlo, es una manía.

Títulos

El Informe De Brodie

Libro: Empiezo A Recordarte

Sorgo Rojo

La Palabra del Mudo

El ojo del mundo

viernes, 28 de junio de 2019

El Gran Libro De La Cocina Tradicional

SERGIO FERNÁNDEZ

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El gran recetario de la gastronomía española de la mano del cocinero de TVE, Sergio Fernández.

Más de 500 platos tradicionales de la cocina española recogidos en el libro de recetas más completo.

Aperitivos, arroces, legumbres, pescados, carnes, postres…todos los productos y alimentos están representados en este libro. Recetas de platos sencillos con el sabor tradicional y con productos de la tierra.

BOCADITOS DE PATATA RELLENOS DE QUESO MANCHEGO

INGREDIENTES:

  • 400 g de patatas
  • 150 g de queso manchego
  • 50 g de mantequilla
  • Huevo y pan rallado (para rebozar)
  • Nuez moscada
  • Aceite de oliva
  • Sal y pimienta

ELABORACIÓN

Pelar, cortar las patatas en cuartos y cocerlas durante 25 min. Escurrir y pasar por el pasapurés. Mezclar con la mantequilla, sal, pimienta y nuez moscada.

Hacer unas bolitas con ellas e introducir en el centro un dado de queso manchego. Pasar las bolitas por huevo batido y pan rallado, y freírlas en abundante aceite hasta que estén doradas.

TRUCO Se puede poner cualquier relleno. Es una estupenda manera de aprovechar las sobras de las comidas.

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La Buena Cocina

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El Mundo del Vino

Libro: La Buena Cocina

Harold Mcgee

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CÓMO PREPARAR LOS MEJORES PLATOS Y RECETAS

Una guía diseñada para ayudar a esos cocineros caseros que tienen que lidiar con todo un universo de ingredientes, recetas, y electrodomésticos en constante expansión para alcanzar esa tierra prometida que es un plato bien hecho. La buena cocina está destinado a convertirse en una pieza esencial del repertorio de cocina de cientos de miles de lectores en todo el mundo, una asombrosa y original obra que dirige los esfuerzos del chef a la vez que resuelve con rapidez todas las dudas que surgen en los fogones del aficionado. McGee ha cre ado en un solo volumen de fácil uso: la guía esencial para los amantes de la cocina, apta para todo tipo de cocineros: desde los principiantes que necesitan aprender, pasando por los que quieren conocer mejor las artes culinarias o los profesionales que buscan nuevos planteamientos teóricos para elaborar el mejor plato.

La buena cocina destila todo el saber de la ciencia moderna de los alimentos y lo traduce en información útil: nos conduce del mercado a la mesa y nos explica la importancia de los ingredientes ya sean comunes o exóticos en el resultado final, así como las técnicas a emplear en su preparación, con un estilo directo y humilde que contagia su entusiasmo por la gastronomía.

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Categoría: GASTRONOMÍA

Infolector

"No voy a subirme a la parra para hablar de todo lo que he visto, aprendido y hecho a lo largo de mi accidentada carrera como lavaplatos, aprendiz, sartenero, parrillero, salsero, marmitón y chef. Ni escribo porque esté irritado con el oficio o quiera espantar a los comensales. Cuando salen a relucir tropiezos pasados me sigue gustando ser chef. Es la única vida que conozco de verdad. Si a las cuatro de la mañana necesito que me hagan un favor —un préstamo urgente, un hombro donde llorar, un somnífero, una fianza o simplemente que alguien me recoja en coche en medio de una lluvia torrencial— es indudable que no voy a llamar a un colega escritor. Llamo a mi segundo al mando, a mi antiguo segundo al mando, a quien me prepara las salsas... A alguien con quien trabajo o con quien haya trabajado a lo largo de los últimos veinte y pico de años. No. Os quiero hablar de las oscuras y recónditas entrañas del restaurante. De una subcultura cuyos siglos de jerarquía militarista, entresijos, granujerías y vejaciones consiguen hacer una mezcla de orden inquebrantable y caos, que destroza los nervios... Y lo hago porque la mezcla me parece tan reconfortante como un buen baño de agua caliente. En esa vida estoy a mis anchas. Hablo su jerga. En la pequeña e incestuosa comunidad de chefs y cocineros de la ciudad de Nueva York conozco a la gente, sé cómo conducirme (todo lo contrario que en la vida real, donde me siento en medio de arenas movedizas). Quiero que los profesionales que lean este libro lo disfruten por lo que es: una mirada veraz a la vida que muchos de nosotros hemos llevado y respirado la mayoría de los días y las noches, excluidos de la interacción social normal. No tener nunca una noche de viernes o sábado libre, trabajar los días de fiesta, estar más ocupado que nunca cuando el resto de la gente acaba de salir del trabajo, nos hace ver el mundo desde un punto de vista a veces peculiar, cosa que espero reconozcan mis colegas. Los condenados a cadena perpetua que me lean pueden o no estar de acuerdo con lo que hago. Pero sabrán que no estoy mintiendo. Quiero que los lectores echen un vistazo a las verdaderas alegrías que proporciona hacer buena comida con profesionalidad. Me gustaría que entendieran qué se siente cuando se logra alcanzar algo así como el sueño de un niño: mandar la tripulación de su barco pirata. Qué se siente, se ve y se huele en medio del ajetreo y el siseo de la cocina del restaurante de una gran ciudad. Me gustaría transmitir lo mejor posible las curiosas delicias del lenguaje, la jerga, las calaveradas de quienes están en primera línea de los fogones. Me gustaría despertar en el personal de a pie que lea este libro la idea de que, a pesar de todo, la vida puede ser divertida. En cuanto a mí, siempre me ha gustado verme como el Chuck Wepner de la cocina. Chuck era un cabal aspirante al título —allá por la época de Alí-Frazer—, conocido como el «Tozudo de Bayona». Siempre se podía contar con que aguantara unos cuantos rounds a pie firme sin caer, dando tanto como recibía. Yo admiraba su resistencia, su seguridad, su capacidad para combinar las dos cosas, para encajar una paliza como un hombre. De modo que no es el «superchef» quien habla. Claro que me gradué en el CIA (Culinary Institute of America), correteé por Europa, trabajé en fogones de dos tenedores de la ciudad... Y también en otros que son la hostia. No soy ningún chapucero amargado, que habla pestes de los colegas más exitosos (aunque lo haré si se presenta la ocasión). Soy el tipo a quien en general llaman cuando alguien pretende montar una cena de campanillas y el chef resulta ser un psicópata o un borracho agriado y megalomaníaco. En este libro hablo de los profesionales de la cocina común y corriente. Los héroes son los cocineros profesionales. He conseguido tener un buen pasar en esta vida durante mucho tiempo, la mayor parte transcurrida en Manhattan, entre los famosos... De manera que sé unas cuantas cosas. Todavía tengo algunas cartas en la manga. Desde luego hay muchas posibilidades de que este libro pueda acabar con mi oficio de chef. Habrá anécdotas de miedo. Trancas de las buenas, drogas, folladas en la zona de alimentos no perecederos, revelaciones repugnantes sobre el mal manejo de los alimentos, práctica desagradable muy extendida en la industria. Hablar de que no debes pedir pescado los lunes, de por qué quienes prefieren platos muy hechos comen sobras, de por qué una fritanga de mariscos no es una elección prudente para un tentempié y puede conseguir que mis potenciales empleadores dejen de considerarme santo de su devoción. Mi manifiesto desprecio por la comida basura, los vegetarianos, los que rechazan las salsas y los que sufren intolerancia a la lactosa, no me va a permitir lucir mis hazañas culinarias en la Food Network. No creo que, en un futuro próximo, vaya a pasar ningún fin de semana esquiando con André Soltner ni que me sobe la espalda el cachas de Bobby Flay. No me llamará Eric Ripert pidiéndome ideas para hacer el plato del día de pescado para mañana. Pero de ninguna manera voy a engañar a nadie sobre la vida, tal como la he visto. Aquí está todo: lo bueno, lo malo, lo feo. El lector interesado podrá aprender, por un lado, cómo hacer platos sabrosos con los utensilios que tenga a mano, tan bien presentados como los de un profesional y, por otro, decidirá no pedir nunca más mejillones a la marinera. Tant pis, macho. La vida de cocinero ha sido para mí un largo enredo amoroso, con momentos tanto sublimes como ridículos. Pero igual que en todo enredo amoroso, cuando miras atrás, recuerdas mejor los buenos momentos... En primer lugar, las cosas que te arrastraron a él, las que te atrajeron, las que te hacían volver a por más. Espero poder transmitirle al lector aquellas cosas y aquellos tiempos. Nunca he lamentado el inesperado giro de mi vida, que me hizo caer en el oficio de los restaurantes. Desde siempre he creído que la buena comida, el buen yantar, está por encima de cualquier riesgo. Lo mismo da que hablemos de un queso azul sin pasteurizar, de ostras crudas o de trabajar con socios del crimen organizado. Para mí la comida siempre ha sido una aventura".

Anthony Bourdain Confesiones de un chef

Guía De La Nueva Cultura Del Vino

Josep Bujan

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Este libro es el manual imprescindible para adentrarse en los significados, principios y prácticas más actuales que han de convertir el vino en una de las experiencias más gratificantes para la percepción humana. Contenido: Viticultura. Enología. Conservación del vino: la cava. Vino y nutrición. Gastronomía y servicio. Aspectos culturales del consumo del vino. Los sentidos y la información sensorial.

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sábado, 15 de junio de 2019

Poesía: Canto a mí mismo

Walt Whitman

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Título original: Song of myself

Walt Whitman, 1855

Traducción: León Felipe

En Canto a mí mismo, un hombre pone su destino en la mesa, y su destino, llega a confundirse tanto que éste siempre es aquél, y ambos somos nosotros mismos, porque, a la larga, lo que constituye este poemario es una declaración de todo lo que vive.

Considerado de forma unánime el máximo poeta de Estados Unidos, Walt Whitman es el supremo cantor del Yo y de la naturaleza, del cuerpo y del alma, de la igualdad del hombre y la mujer, de las delicias del sexo, de la fraternidad y la democracia. Profundamente renovadora en cuanto a forma y contenido, su obra suscitó una oleada de entusiasmo y controversias.

50

Todo esto está en mí.

No sé lo que es, pero sé que está en mí.

Angustiado me he retorcido por sacar de mi corazón todo cuanto poseía…

Ahora mi cuerpo está tranquilo y quiero dormir… dormir… dormir.

No sé qué es esto.

Es algo que no se ha dicho nunca…

Algo sin nombre que aún no está en el lenguaje ni en el símbolo.

Es algo que gira más que la Tierra en que yo giro

y me anuncia que la creación es el abrazo del amante que nos despierta.

Tal vez pudiera decir más.

Acaso este poema no es sino un expediente en que he abogado por todos…

en el que he dicho, por ti y por mí,

que la muerte no existe,

que el mundo no es un caos…

que es forma,

unidad…

plan… Vida Eterna… ¡Alegría!

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Mark Strand

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Sinopsis

Mark Strand (Summerside, Prince Edward Island, Canadá, 1934) es, entre los grandes poetas norteamericanos actuales, el que ha desarrollado una mayor variedad de registros expresivos, el que tiene una mayor capacidad de reinventarse. Casi invisible, su undécimo libro de poemas, publicado este mismo año en Estados Unidos, es una vibrante colección de poemas en prosa en los que indaga con un lenguaje lleno de luminosidad y sutileza en los territorios más oscuros de la conciencia humana, en las zonas intermedias entre el humor y la reflexión, lo doméstico y lo sublime, lo real y la fantasía, con una extraordinaria fuerza sugestiva. En esta misma colección han sido publicados anteriormente Tormenta de uno (n.º 722) y Hombre y camello (n.º 761).

Mark Strand falleció el 29 de Noviembre de 2014

Título Original: Almost Invisible    Traductor: Trujillo, Julio    ©2012, Strand, Mark

A BANKER in the Brothel of Blind Women

#### Un banquero en el burdel de las ciegas ####

Bury Your Face in Your Hands

Hunde tu rostro en tus manos

Anywhere Could Be Somewhere

Cualquier lugar podría ser un lugar

Harmony in the Boudoir

Armonía en el boudoir

Clarities of the Nonexistent

Claridades de lo

viernes, 14 de junio de 2019

Disfraces - Ezra Pound

Ezra Pound

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CINO

La campiña italiana, 1309, en el camino ¡Bah! He cantado a las mujeres en tres ciudades,

pero siempre es lo mismo;

ahora le cantaré al sol.

Labios, palabras, y ya las tienes.

Sueños, palabras, y se vuelven como joyas.

Hechizos extraños de viejas deidades,

cuervos, noches, encantamiento

y ya no están.

Se han convertido en las almas de la canción.

Ojos, sueños, labios, y la noche sigue.

Cuando vuelves otra vez al camino

ya no están.

Ellas en sus torres olvidan nuestras melodías,

que una vez siguieron la tonada del viento.

Sueñan con nosotros y

suspirando, dicen: «¡Ojalá Cino,

el apasionado Cino, el de los ojos fruncidos,

el alegre Cino, el de la pronta risa,

el del reto, el de la burla,

el frágil Ciño, el más fuerte entre los suyos, los que vaga bundean por los viejos caminos bajo el sol, ojalá Cino e l del Laúd estuviese aquí!». Una vez o do s al año… Vagamente di cen así: «¿Cino?». «¿ Oh, ah, Cino Polnesi el cantante, a ese te refieres?» «Ah, sí, pas ó por aquí una vez, un tío desca rado, pero… (Oh, todos e stos vagabundos son iguales), ¡peste! ¿Son suyas o de algún o tro las canciones que canta? Pero vos, mi señor, ¿de dónde venís?» «Pero vos, m i señor», ¡por amor de Dios! Si saliera a la luz lo que yo sé, mi señor, vos seríais Cino Sin Tierra, lo mismo que yo, oh Sinistro.

He cantado a las mujeres en tres ciudades. Pero todo es igual. Ahora le can taré al sol. … ¿Eh?… casi siempre tenían los ojos grises, pero todo da igual, voy a cantarle al sol. «¡Apolo Febo , vieja cacerola, tú que glorific as la égida de Zeus, escudo de ac ero azul, ojalá el cielo de ahí arriba tuviera por tachón tu alegre lustre! Apolo Febo, haz que en nuestro periplo tu risa sea nuestra canción para el camino; haz que tu r esplandor ahuyente las preocupaciones. ¡Que las nub es y las gotas de lluvia se vayan deprisa! siempre busc ando una senda nueva que lleve a los jardines del sol…» .................................................... He cantado a las mujeres en tres ciudades pero todo es igual. Voy a cantar a los pájaros blancos en las aguas azules del cielo, a las nubes q ue son como la espuma al mar.

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ALEJANDRA PIZARNIK

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(1955-1972)

LA TIERRA MÁS AJENA (1955)

"¡Ah! El infinito egoísmo de la adolescencia, el optimismo estudioso: ¡cuán lleno de flores estaba el mundo ese verano! Los aires y las formas muriendo..."

    A. Rimbaud

DÍAS CONTRA EL ENSUEÑO

No querer blancos rodando en planta movible.

No querer voces robando semillosas arqueada aéreas.

No querer vivir mil oxígenos nimias cruzadas al cielo.

No querer trasladar mi curva sin encerar la hoja actual.

No querer vencer al imán la alpargata se deshilacha.

No querer tocar abstractos llegar a mi último pelo marrón.

No querer vencer colas blandas los árboles sitúan las hojas.

No querer traer sin caos portátiles vocablos.

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Rubén Darío

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EL CLAVICORDIO DE LA ABUELA

En el castillo, fresca, linda,

la marquesita Rosalinda,

mientras la blanda brisa vuela,

con su pequeña mano blanca

una pavana grave arranca

al clavicordio de la abuela.

¡Notas de Lully y de Rameau!

Versos que a ella recitó

el primo rubio tan galán,

que tiene el aire caprichoso,

y que es gallardo y orgulloso

como un mancebo de Rohán.

Va la manita, en el teclado,

como si fuese un lirio alado

lanzando al aire la canción,

y con sonrisa placentera

sonríe el viejo de gorguera

en los tapices del salón.

En el tapiz está un amor,

y una pastora da una flor

al pastorcito que la anhela.

Es una boca en flor, la boca,

de la que alegre y viva toca

el clavicordio de la abuela.

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Miguel Ángel Asturias

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Clarivigilia primaveral

A la luz de los oropensantes-luceros

Castigo de profundidades

Sí, pero no magia…

Ombligos de sol y copales preciosos

Mágicos-hombres-mágicos

Artesanías ocultas

Los cazadores celestes

La cacería

Fechas de piedra

Andaraiz de la flor del aire

El baile de las quimeras Autor

“Historias – sueños - poemas” llamó Paul Valéry a las Leyendas de Guatemala y eso mismo cabe decir de Clarivigilia primaveral, historia-sueño-poema, en el que Miguel Ángel Asturias —Premio Nobel de Literatura 1967— evoca la creación de los artistas por los dioses mayas, apartándose en un todo de los textos conocidos. Pero estos primitivos artistas son destruidos, según este poema que en sí es una leyenda, por fuerzas terrígenas enemigas de artes y magias. La tierra es sometida al castigo del fuego y el agua, y cuando siglos más tarde renace, la expresión de la belleza artística se confía, en pintura, a las aves de bello plumaje, en música y canto a los pájaros de garganta prodigiosa y en escultura, a peñascales y piedras con forma de animales. Los dioses mayas al darse cuenta que todo aquello es muy bello, pero que no tiene magia, crean de nuevo a los artistas o encargados de las magias y para que no puedan ser destruidos, los colocan en las cuatro extremidades del cielo. Pero estos artistas sólo se ocupan de halagar a los dioses, de crear obras al sabor y gusto de las divinidades, con olvido del hombre. Y esto hace que por segunda vez aquellos artistas creados por los dioses estén a punto de ser destruidos. Fuerzas celestes los persiguen, los hieren y es entonces que de las artes heridas surge el arte humanizado, el arte de todos para todos. En este poema-leyenda encontramos juegos de palabras, onomatopeyas y mitos trasladados a lo épico dentro de una concepción cada vez más americana, más propia, más auténtica, sin relación con las literaturas europeas.

Miguel Ángel Asturias

Clarivigilia primaveral
Miguel Ángel Asturias, 1965

A LA LUZ DE LOS

OROPENSANTES-LUCEROS

CASTIGO DE PROFUNDIDADES

ALGUIEN,

alguien le ganó de garra…

¿El Cazador del Aire?

Alguien,

pero no el Cazador del Aire.

Oídos ocupados, manos ocupadas,

donde pone el oído pone la mano,

el Cazador del Aire…

Barrancos ocupados, nubes ocupadas,

donde pone el barranco pone la nube

el Cazador del Aire.

Alguien le ganó de garra…

Cazador del Aire

es sólo el eco.

Alguien existente,

corpóreo.

Alguien de barro sin cocer,

pupilas de agua vidriada,

dientes pintados de azul,

pómulos brillosos,

dedos de cactus con espinas,

boca sin palabras.

Alguien anterior a la palabra,

alguien de barro sin cocer,

alguien de arcilla pétrea,

cara de vasija con ojos

y adornos mágicos de huesos de cometa

en las orejas, los antebrazos,

la cintura, los tobillos.

Su habla, el movimiento de sus plumas.

Idioma de plumas de colores.

Guerreador tempestuoso,

faz a faz de su escudo,

faz a faz de sus flechas,

habla con el movimiento de sus plumas:

“El Ambimano Tatuador

y los que con él tenían crianza de mundos,

perecieron a manos del que duerme bajo las

acacias…

(…yo duermo bajo las acacias…)”.

"El Ambimano Tatuador

y los que con él tenían crianza de mundos de sueño,

perecieron en las garras del que aúlla

para sangrar el silencio de la noche…

(… yo aúllo para sangrar el silencio de la noche…)”.

“El Ambimano Tatuador

y los que con él tenían crianza de mundos de sueño

en remojo de agua de ciego,

perecieron en las fauces del que resplandece

por sus blancos colmillos de solsticios…

(… yo resplandezco por mis colmillos de solsticios…)”

Muertes, destrozos,

despedazamientos, mutilaciones…

Restos de escalinatas, trenzas de piedra

pintadas de azul con cielo fresco…

Fragmentos de grecas urdidas

con hilo de saliva de laberinto…

Plazas ceremoniales…

Máscaras parlantes

y anillos de alabastro

en los Juegos de Pelota…

Vestuarios donde se desvestían árboles…

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POESÍA

Poesía / Wikipedia

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Dentro de la corriente estructuralista rusa, Roman Jakobson habla del lenguaje poético en términos de que el mensaje es el poema mismo. En otras palabras consigna que en la función poética del lenguaje el eje sintagmático (orden gramatical del discurso) se proyecta sobre el eje paradigmático (selección léxica). Ezra Pound en su libro El arte de la poesía habla de que el poeta tiene una importante responsabilidad social porque moldea el imaginario de su tiempo. En la misma obra habla Pound acerca de las características del lenguaje poético: fanopea (manejo de la imagen), logopea (discurso del pensamiento poético y melopea (manejo del ritmo y la eufonía). En cuanto a la evolución formal, la poesía ha pasado del empleo de la métrica y la rima al verso libre, y de este a la libre combinatoria que caracteriza a la posmodernidad y al postestructuralismo. La introducción del verso libre se debe a los poetas Kahn y Laforgue a fines del siglo XIX. Se trata de liberar al poema de las restricciones de la métrica y la rima, para ir más allá de las formas fijas establecidas por la preceptiva poética. Esto implica para el poeta un arma de doble filo, por una parte lo libera de los cánones, pero, por otra parte lo coloca frente a la responsabilidad de que el poema nazca generando su propia forma rítmica y eufónica tomando en cuenta solo la finalidad de su propia expresión. Parecería que los criterios para saber si un texto es o no es un poema se han diversificado. Ya no priva la expectativa de clasificar en sonetos, liras, décimas, etc. sino la percepción del fenómeno poético encarnado en lenguaje. Actualmente, con la apertura de la experiencia histórica como un repertorio susceptible de ser reciclado en nuevas combinatorios, muchas de las formas clásicas se han retomado con un sentido abierto.

El papel que juega la poesía en el siglo XXI, se encuentra ligado al avance tecnológico y científico. Surgen nuevas corrientes de Poesía, nuevas formas de manifestación, como la Metapoesía, biopoesia, la poesía ecologista, la poesía virtual, transmodernista entre otros, además de que asistimos a una renovación o por lo menos un reemprendimiento de ciertos vanguardismos y estéticas críticas, como la poesía de la conciencia.

El Día mundial de la poesía fue proclamado por la Conferencia General de la Unesco y se celebró por primera vez el 21 de marzo de 2000. Su finalidad es fomentar el apoyo a los poetas jóvenes, volver al encantamiento de la oralidad y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás artes (teatro, danza, música, etc.)

POESÍA VERTICAL

Roberto Juárroz

1

Una red de mirada

mantiene unido al mundo

no lo deja caerse.

Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,

mis ojos van a apoyarse en una espalda

que puede ser de dios.

Sin embargo,

ellos buscan otra red, otro hilo,

que anda cerrando ojos con un traje prestado

y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.

Mis ojos buscan eso

que nos hace sacarnos los zapatos

para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo

o inventar un pájaro

para averiguar si existe el aire

o crear un mundo

para saber si hay dios

o ponernos el sombrero

para comprobar que existimos.

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jueves, 13 de junio de 2019

Libro: El Mundo del Vino

© 2013 LAROUSSE EDITORIAL, S. L.

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Presentación

¿De qué hablamos cuando hablamos de vino? Hablamos de una larga historia; de muchas y diversas culturas, unas vecinas, otras separadas por océanos, pero todas ellas con un profundo vínculo común; hablamos de paisajes y territorios, de climas y estaciones; hablamos de variedades de uva y de procedimientos, de nuevas técnicas en constante evolución y de otras tradicionales felizmente recuperadas; hablamos de trabajo y esfuerzo en los bancales y en las viñas, del frío de la tierra durante las madrugadas invernales y del sol inclemente cuando se acerca la vendimia; del gusto y adecuación al paladar y de su combinación gastronómica; hablamos de su importancia como sector económico, y de las expresiones de la lengua, de los ritos y celebraciones que giran alrededor del vino; también de la arquitectura de sus bodegas y de su fructífera relación con el diseño, el arte y la literatura, la música y el cine; y, sobre todo, hablamos del inigualable disfrute de su degustación en compañía.

Hablar y leer de vinos propicia una conversación, un diálogo de altura en el que uno aporta pero también recibe saberes variados. Si tal conversación se establece con un viticultor, un enólogo o un bodeguero, prestémosles oídos. Las últimas tendencias sobre variedades, regiones o gustos se entreveran entonces con unos conocimientos sólidos, ancestrales, proporcionados por la dedicación diaria al cultivo de la vid o a la elaboración del vino. A la vitivinicultura se le debe, entre otras muchas cosas, la conservación tenaz de los espacios y entornos que hacen posible, cada año, el fruto que habrá de vendimiarse y transformarse hasta alcanzar su momento óptimo de consumo. Las gentes del vino vendrían a ser los garantes de unos paisajes, a la vez naturales y profundamente humanizados, que constituyen signo y huella de nuestra propia identidad como civilización.

«El vino es la cosa más civilizada del mundo», dijo un célebre escritor estadounidense, personaje vital, en ocasiones desmedido, poseedor de una pluma directa y precisa de la que salieron algunas de las crónicas periodísticas, relatos y novelas más memorables del siglo xx. Nos referimos —lo habrán adivinado— a Ernest Hemingway, quien además de gran amante del vino y buen conocedor de las tierras en las que se produce, supo condensar en tan pocas palabras la condición del vino como feliz resultado de la intervención del hombre en la tierra. La cita viene al caso de la obra que tiene entre sus manos porque en ella pretendemos acercarnos al vino en sus múltiples facetas, unas prácticas y relativas a su elaboración, clasificación y degustación, y otras más teóricas sobre el pasado, presente y futuro o sobre la cultura del vino, para conformar, con todas ellas, una visión lo más completa posible del apasionante «mundo del vino».

    los editores

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Martin Ford

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Extracto tomado del libro ‘El Auge de los Robots’ de Martin Ford.

Un trabajador de un almacén se acerca a una pila de cajas de varios tamaños, formas y colores que están amontonadas sin ningún orden.

Por un momento, imaginemos que podemos ver dentro del cerebro de ese trabajador y consideremos la complejidad del problema que debe resolver.

Muchas son cajas normales de color marrón y están muy juntas entre sí, por lo que la separación entre ellas apenas se distingue. ¿Dónde termina una caja y empieza la otra? Algunas están separadas y desalineadas, y otras están giradas y solo se ve una esquina. Encima del montón hay una caja pequeña mal colocada en el espacio que hay entre dos cajas más grandes. Aunque la mayoría de las cajas son de cartón marrón o blanco y no llevan etiquetas, hay otras con logos de alguna empresa y otras de colores con productos destinados directamente a las tiendas.

El cerebro humano es capaz de interpretar esta compleja información visual de una forma casi instantánea. El trabajador percibe sin problemas las dimensiones y la orientación de cada caja y parece saber instintivamente que debe empezar a moverlas desde arriba, siguiendo un orden concreto para que la pila no se venga abajo.

Este es exactamente el reto de percepción visual que ha afrontado el cerebro humano para evolucionar. Que el trabajador logre mover las cajas no tendría ninguna importancia si no fuera porque, en este caso, ese trabajador es un robot. Concretando más, es un brazo robótico en forma de

Libro El Hombre Neuronal

Jean Pierre Changeux

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EL HOMBRE NEURONAL nació en 1979 de una conversación con Jacques Alain Miller y sus colegas de la revista Ornicar?, que mientras tanto se ha convertido en l'Áne. Este diálogo sin ton ni son entre psicoanalistas y neurobiólogos tuvo la virtud de demos¬trar, contra todo lo esperado, que los protagonistas podían ha¬blarse, e incluso entenderse. Con frecuencia se olvida que Freud era neurólogo de profesión 1 pero, después de su Esbozo de una psi¬cología científica de 1895, los múltiples avatares del psicoanálisis provocaron un corte entre éste y sus bases propiamente biológicas. La reanudación de ese diálogo con las ciencias «duras» ¿es el signo de una evolución de las ideas, de un retorno a las fuentes, o in¬cluso, por qué no, de un nuevo comienzo?

Otro signo positivo de este encuentro: permitió medir la distan¬cia que queda por recorrer para que esos cambios de impresiones lleguen a ser constructivos y surja por fin una síntesis. ¿Ha llegado tal vez el momento de reescribir el Esbozo, de poner los funda¬mentos de una biología moderna del espíritu? 2 No es ésta, desde luego, la pretensión de este libro, cuyo propósito es más limitado: informar y, si es posible, interesar al lector respecto a las ciencias del sistema nervioso. En este terreno, los conocimientos han expe-rimentado a lo largo de los últimos veinte años una expansión que sólo es comparable, por su importancia, a la que alcanzó la física a principios de este siglo, o a la de la biología molecular en torno a los años cincuenta. El descubrimiento de la sinapsis y sus funciones recuerda, por la amplitud de sus consecuencias, la del átomo o la del ácido desoxirribonucleico. Un nuevo mundo cobra forma y parece que es el momento oportuno para abrir ese campo del saber a un público más amplio que el de los especialistas y, si es posible, hacerle compartir el entusiasmo que anima a los investigadores de esta materia. Después de la entrevista de Ornicar?, sentí la necesi¬dad de reunir hechos y documentos recientes que dieran prueba de este movimiento. No se trataba, por supuesto, de presentar un cuadro exhaustivo de las investigaciones contemporáneas sobre el sistema nervioso3: hubo que escoger. Sin duda se me reprochará cierta parcialidad en esa elección. Lo acepto. La experiencia de varios años de enseñanza en el College de France me ha conven¬cido de que no se puede establecer un intercambio fructífero con el público si no es basándose en un reducido número de ideas sen¬cillas y sólidas. Interprétese, pues, mi parcialidad como una preocu¬pación de didactismo.

Las ciencias del hombre están de moda. Se habla y se escribe mucho, ya sea en el campo de la psicología, de la lingüística o de la sociología. El estancamiento sobre el tema del cerebro, con algunas excepciones4, es total. No es por azar. Lo que está en juego es de-masiado importante para ello. Esta negligencia deliberada es, sin embargo, relativamente reciente. ¿Se trata de prudencia? ¿Se teme, acaso, que las tentativas de explicación biológica del psi-quismo o de la actividad mental caigan en las trampas de un esque¬matismo simplista? En tal caso se prefiere desarraigar las ciencias humanas de su mantillo biológico. Consecuencia sorprendente: dis¬ciplinas en un principio «psicalistas», como el psicoanálisis, han acabado por defender, en el terreno práctico, el punto de vista de una autonomía casi completa del psiquismo, volviendo, a pesar suyo, a la tradicional separación de alma y cuerpo.

El desarrollo de las investigaciones sobre el sistema nervioso ha tropezado siempre, a lo largo de la historia, con violentos obstáculos ideológicos, con miedos viscerales, tanto a derecha como a izquierda. Toda investigación que, directa o indirectamente, se re¬lacione con la inmaterialidad del alma pone la fe en peligro y está destinada a la hoguera. Se teme también el impacto, en el terreno social, de los descubrimientos de la biología que, usurpados por al¬gunos, pueden convertirse en armas opresoras. En estas condi¬ciones, parece más prudente cortar los nexos profundos que unen lo social a lo cerebral. En vez de abordar el problema de frente, se prefiere, una vez más, ocultar ese peligroso órgano. ¡Descere-bremos, pues, lo social!

Por último, las buenas páginas del departamento de «Ciencias humanas» hacen vibrar, en general, la cuerda personal: aquí el compromiso político, allí la vida sexual o la educación de los hijos. La investigación de los mecanismos «internos» que están íntima-mente vinculados con todo ello interesa mucho menos. No desem¬boca en breve plazo en ningún código de buena conducta, no revela el secreto de la felicidad, no permite prever el futuro5.

Observadas desde otro planeta, las conductas humanas parece¬rían muy sorprendentes. El hombre es una de las raras especies ani¬males que mata a sus semejantes de manera deliberada. Mejor dicho, por un lado condena el crimen individual, por otro conde¬cora a los responsables de homicidios colectivos o a los inventores de atroces máquinas de guerra. Ese absurdo loco le persigue a lo largo de su historia desde la invención del hacha de piedra tallada hasta la puesta a punto de las bombas termonucleares. Ha resistido todas las religiones y todas las filosofías, hasta las más generosas. Como subraya A. Koestler (1967), está sólidamente incrustado en la organización del cerebro del hombre. Pero el hombre también ha pintado la Capilla Sixtina, ha compuesto La consagración de la primavera, ha descubierto el átomo. «¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué motivo de contradicción, qué prodigio 6!» ¿Qué tiene, pues, en la cabeza, ese Homo que se atribuye sin vergüenza el epíteto de sapiens?

París, 22 de noviembre de 1982.

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