jueves, 13 de junio de 2019

La oleada de la automatización

Martin Ford

Infolector

Extracto tomado del libro ‘El Auge de los Robots’ de Martin Ford.

Un trabajador de un almacén se acerca a una pila de cajas de varios tamaños, formas y colores que están amontonadas sin ningún orden.

Por un momento, imaginemos que podemos ver dentro del cerebro de ese trabajador y consideremos la complejidad del problema que debe resolver.

Muchas son cajas normales de color marrón y están muy juntas entre sí, por lo que la separación entre ellas apenas se distingue. ¿Dónde termina una caja y empieza la otra? Algunas están separadas y desalineadas, y otras están giradas y solo se ve una esquina. Encima del montón hay una caja pequeña mal colocada en el espacio que hay entre dos cajas más grandes. Aunque la mayoría de las cajas son de cartón marrón o blanco y no llevan etiquetas, hay otras con logos de alguna empresa y otras de colores con productos destinados directamente a las tiendas.

El cerebro humano es capaz de interpretar esta compleja información visual de una forma casi instantánea. El trabajador percibe sin problemas las dimensiones y la orientación de cada caja y parece saber instintivamente que debe empezar a moverlas desde arriba, siguiendo un orden concreto para que la pila no se venga abajo.

Este es exactamente el reto de percepción visual que ha afrontado el cerebro humano para evolucionar. Que el trabajador logre mover las cajas no tendría ninguna importancia si no fuera porque, en este caso, ese trabajador es un robot. Concretando más, es un brazo robótico en forma de serpiente cuya cabeza consiste en una tenaza de sujeción que funciona por succión. El robot tarda más en captar el problema que un ser humano. Mira fijamente las cajas, ajusta su mirada un poco, se lo piensa un poco más y, finalmente, avanza y toma una caja de encima del montón.* Con todo, su lentitud se debe al cálculo asombrosamente complejo que exige llevar a cabo esta tarea. Si hay algo que la historia de la tecnología nos ha enseñado es que, muy pronto, este robot funcionará a mucha más velocidad.

De hecho, los ingenieros de Industrial Perception, una nueva empresa de Silicon Valley que ha diseñado y construido el robot, creen que la máquina podrá mover una caja por segundo. Comparemos esto con la capacidad máxima de un trabajador humano, que puede mover aproximadamente una caja cada seis segundos.1 Huelga decir que el robot puede trabajar continuamente sin cansarse ni sufrir lesiones en la espalda, y que nunca pedirá una indemnización.

El robot de Industrial Perception es extraordinario porque su capacidad aúna la percepción visual, el cálculo espacial y la destreza. En otras palabras, se halla en la última frontera de la automatización y competirá por los pocos trabajos manuales rutinarios que aún desempeñan personas.

En las fábricas, los robots no son nada nuevo. Se han hecho indispensables en casi todos los sectores, desde la fabricación de automóviles a la de semiconductores. La nueva planta que la empresa de coches eléctricos Tesla tiene en Fremont, California, utiliza 160 robots industriales muy adaptables para el montaje de cerca de 400 automóviles a la semana. Cuando llega un chasis nuevo a la cadena de montaje, diversos robots descienden sobre él y actúan de una manera coordinada. Las máquinas pueden cambiar por sí solas las herramientas de sus brazos robóticos y realizar una variedad de tareas. Por ejemplo, el mismo robot que instala los asientos cambia de herramientas y coloca el parabrisas.2 De acuerdo con la Federación Internacional de Robots, entre 2000 y 2012 la demanda mundial de robots industriales creció en más del 60%, con unas ventas totales que ascendieron a cerca de 28.000 millones de dólares en 2012. El mercado de mayor crecimiento es, sobre todo, China, donde las instalaciones robóticas han crecido cerca de un 25% anual entre 2005 y 2012.3

Aunque los robots industriales ofrecen una combinación inigualable de velocidad, precisión y fuerza bruta, en gran medida son actores ciegos que siguen una coreografía basada en unos movimientos extremadamente precisos en el tiempo y en el espacio. Los pocos robots que tienen capacidad de visión solo pueden ver en dos dimensiones y en condiciones de iluminación controlada. Por ejemplo, pueden seleccionar piezas en una superficie plana pero no pueden percibir la profundidad del campo visual, algo que no los hace aptos para entornos que no sean predecibles. La consecuencia es que muchas tareas rutinarias de las fábricas aún están a cargo de personas. Estos trabajos suelen estar intercalados entre los que realizan las máquinas o en los pasos finales del proceso de producción. Un ejemplo sería elegir piezas de un contenedor para pasarlas a la máquina siguiente, o cargar y descargar los camiones que entran y salen de la fábrica.

La tecnología que permite a los robots de Industrial Perception ver en tres dimensiones nos brinda un ejemplo de la forma en que el intercambio de información puede dar lugar a innovaciones en áreas inesperadas. Se podría decir que la visión de los robots se remonta a noviembre de 2006, cuando Nintendo introdujo la consola para videojuegos Wii. Esta consola incorporaba una nueva clase de dispositivo controlador, un mando inalámbrico con un acelerómetro capaz de detectar el movimiento en tres dimensiones y transmitir una serie de datos que podían ser interpretados por la consola. Los videojuegos se podían controlar con movimientos corporales y gestos, lo que supuso un cambio drástico en la experiencia de juego. La innovación de Nintendo acabó con el estereotipo de los nerds pegados a monitores y palancas de mando, y abrió las puertas a los videojuegos basados en el ejercicio activo.

También exigió una respuesta competitiva de las otras grandes empresas del sector. Sony, creadora de la consola PlayStation, decidió copiar la idea de Nintendo e introdujo su propio mando que detectaba movimientos. En cambio, Microsoft se propuso superar a Nintendo e inventar algo totalmente nuevo: el dispositivo Kinect para la videoconsola Xbox 360 elimina por completo la necesidad de un mando. Este dispositivo es como una cámara web con visión tridimensional y está basado en la tecnología para el tratamiento de imágenes creada por una pequeña empresa israelí llamada PrimeSense. El Kinect puede ver en tres dimensiones usando lo que en esencia es un sonar que funciona a la velocidad de la luz: dispara un rayo infrarrojo a las personas y los objetos de una habitación y calcula la distancia midiendo el tiempo que tarda la luz reflejada para llegar a un sensor de infrarrojos. Con él, los jugadores pueden interactuar con la consola Xbox gesticulando y moviéndose dentro del campo visual de la cámara.

Lo verdaderamente revolucionario de Kinect era su precio. Por 150 dólares se podía adquirir un dispositivo compacto y ligero con una tecnología de visión muy compleja que antes exigía un equipo voluminoso y podía costar centenares de miles de dólares. Los investigadores en el campo de la robótica supieron ver inmediatamente el enorme potencial de la tecnología de Kinect. En pocas semanas, varios equipos universitarios de investigación en ingeniería y muchos innovadores independientes habían copiado la tecnología de Kinect y habían subido a YouTube vídeos de robots que podían ver en tres dimensiones.4 Por otro lado, Industrial Perception también decidió basar su sistema de visión en la tecnología de Kinect, y el resultado es una máquina de bajo coste que se acerca rápidamente a un nivel casi humano en su capacidad de percibir el entorno, interactuar con él y afrontar la clase de incertidumbre que caracteriza al mundo real.

UN TRABAJADOR ROBÓTICO VERSÁTIL

El robot de Industrial Perception es una máquina especializada en mover cajas con la máxima eficacia. La empresa Rethink Robotics, radicada en Boston, ha tomado un rumbo distinto con Baxter, un robot humanoide muy ligero que se puede adiestrar fácilmente para que realice una variedad de tareas repetitivas. Rethink fue fundada por Rodney Brooks, uno de los investigadores en robótica más importantes del MIT y cofundador de iRobot, la empresa que fabrica los robots aspiradores Roomba y los robots militares usados para desactivar bombas en Iraq y Afganistán. Baxter, que cuesta mucho menos de lo que gana en un año un trabajador de una fábrica, en esencia es un robot industrial a pequeña escala pensado para actuar sin ningún peligro en la proximidad de personas.

En contraste con los robots industriales, que exigen una programación compleja y costosa, Baxter se puede adiestrar con solo mover sus brazos de la manera deseada. Si en un lugar trabajan varios robots Baxter, basta con adiestrar a uno de ellos, y su aprendizaje se puede transferir a otros robots mediante un dispositivo USB. Baxter puede realizar una variedad de actividades como tareas de montaje sencillas, trasladar piezas entre cintas transportadoras, empaquetar productos destinados a la venta u ocuparse de máquinas usadas en la fabricación de metales. Baxter es especialmente hábil empaquetando productos acabados en sus cajas. K’NEX, una empresa de juegos de construcción ubicada en Hatfield, Pensilvania, descubrió que la capacidad de Baxter para empaquetar sus productos le permitía ahorrar entre un 20 y un 40% de cajas.5 El robot de Rethink también está dotado de visión bidimensional mediante unas cámaras situadas en las muñecas, y puede tomar piezas e incluso realizar inspecciones básicas de control de calidad.

LA INMINENTE EXPLOSIÓN DE LA ROBÓTICA

Aunque Baxter y el robot que mueve cajas de Industrial Perception son máquinas totalmente distintas, los dos se basan en la misma plataforma de software: el Sistema Operativo para Robots (ROS, por sus siglas en inglés), creado inicialmente en el laboratorio de inteligencia artificial de la Universidad de Stanford y luego convertido en una plataforma robótica completa por Willow Garage, Inc., una pequeña empresa que diseña y fabrica robots programables que utilizan principalmente los investigadores de universidades. ROS es similar a otros sistemas operativos como Windows de Microsoft, OS X de Apple y Android de Google, pero fue concebido específicamente para construir robots fáciles de programar y controlar. Ya que ROS es gratuito y de código abierto —lo que significa que cualquier desarrollador de software puede modificar el sistema y mejorarlo—, se está convirtiendo rápidamente en la plataforma estándar para el desarrollo de la robótica.

La historia de la informática ha dejado claro que si a un sistema operativo estándar le unimos unos medios de programación económicos y fáciles de usar, se produce una explosión de software como hemos visto en los programas para ordenadores personales y, más recientemente, en las aplicaciones para iPhone, iPad y Android. De hecho, estas plataformas se encuentran hoy tan saturadas de aplicaciones que es muy difícil concebir una idea que no haya sido llevada a la práctica.

Es muy probable que la robótica siga este mismo camino; estamos asistiendo al inicio de una oleada explosiva de innovación que producirá robots destinados a llevar a cabo casi cualquier tarea comercial e industrial. Esta expansión se deberá a la disponibilidad de software y hardware estandarizados que facilitarán la creación de diseños nuevos sin que haya necesidad de reinventar la rueda. De la misma manera que Kinect ofreció una visión artificial de bajo coste, otros componentes de hardware —como los brazos robóticos— disminuirán sus costes de producción a medida que esta aumente. En 2013, ya había miles de componentes de software para ser utilizados con ROS, y las plataformas de desarrollo eran lo bastante baratas para que cualquiera pudiera diseñar aplicaciones nuevas para robots. Por ejemplo, Willow Garage comercializa un kit completo para robots móviles llamado TurtleBot que cuenta con el mismo sistema de visión de Kinect y cuesta unos 1.200 dólares. Teniendo en cuenta la inflación, cuesta mucho menos de lo que costaba un ordenador con monitor a principios de los noventa, cuando apenas empezaba la explosión de programas para Windows.

En octubre de 2013 visité la exposición RoboBusiness de Santa Clara, California, y me quedó claro que la industria robótica ya se estaba preparando para una explosión inminente. Empresas de todos los tamaños presentaban robots capaces de realizar tareas de alta precisión, transportar suministros médicos entre departamentos de grandes hospitales u operar de manera autónoma maquinaria pesada agrícola y minera. Había un robot personal llamado Budgee capaz de trasladar hasta 23 kilos de peso por el interior de una casa o una tienda. Había varios robots educativos dedicados a casi todo, desde alentar la creatividad técnica hasta ayudar a niños con autismo o con problemas de aprendizaje. En el estand de Rethink Robotik, Baxter había sido adiestrado para el día de Halloween, y tomaba pequeñas cajas de dulces que después depositaba en cestas con forma de calabaza. También había empresas que vendían componentes electrónicos como motores, sensores, sistemas de visión y controladores electrónicos, o software especializado para construir robots. Grabit, una empresa de Silicon Valley, presentó una tenaza de sujeción electroadhesiva que permite que un robot tome, transporte y deposite casi cualquier cosa utilizando una carga electrostática controlada. Para redondearlo todo, un bufete jurídico internacional especializado en robótica ayudaba a los empresarios a entender las complejidades de las normas relativas al trabajo, el empleo y la seguridad cuando se introducen robots para que sustituyan a personas o trabajen con ellas.

Una de las innovaciones más destacadas de la feria se encontraba en los pasillos, donde los asistentes humanos se mezclaban con docenas de robots de presencia remota proporcionados por la empresa Suitable Technologies. Estos robots, consistentes en una pantalla plana y una cámara montada en una base móvil, permitían que personas que no se hallaban en la feria visitaran estands, vieran demostraciones, hicieran preguntas o interactuaran con otros asistentes. Suitable Technologies ofrecía esta presencia remota por un precio mínimo, y permitía visitar la feria a personas que no se hallaran en San Francisco, ahorrándoles miles de dólares en viajes. Al cabo de muy poco tiempo, los robots —que mostraban una cara humana en la pantalla— ya no parecían desentonar al deambular por los pasillos y conversar con otros asistentes.

LOS EMPLEOS EN LA MANUFACTURACIÓN Y LA DESLOCALIZACIÓN DE LAS FÁBRICAS

En un artículo publicado en The New York Times en septiembre de 2013, Stephanie Clifford contaba la historia de Parkdale Mills, una fábrica textil de Gaffney, Carolina del Sur. En la fábrica trabajan cerca de 140 personas. En 1980, el mismo nivel de producción habría exigido más de 2.000 trabajadores. En la fábrica, «las personas intervienen muy poco en el proceso automatizado, y si lo hacen es porque algunas tareas, como mover hilados a medio terminar de una máquina a otra en carretillas elevadoras, salen más baratas si se hacen a mano».6 Los hilados terminados se transportan automáticamente por unos rieles que hay en el techo a las máquinas que empaquetan y envían los pedidos.

A pesar de todo, esos 140 empleos representan al menos una inversión parcial de la caída que lleva décadas sufriendo el empleo fabril. La industria textil estadounidense fue diezmada en los años noventa cuando la producción se trasladó a países con salarios más bajos, sobre todo China, la India y México. Entre 1990 y 2012 se perdieron en este sector cerca de 1,2 millones de puestos de trabajo, más de tres cuartas partes de los que había. Sin embargo, en los últimos años la producción ha repuntado de una manera espectacular. Entre 2009 y 2012, las exportaciones de ropa y tejidos de Estados Unidos crecieron más del 37% hasta totalizar casi 23.000 millones de dólares.7 Este cambio se ha debido a una automatización tan eficiente que permite competir hasta con los salarios más bajos del mundo.

En el sector manufacturero de Estados Unidos y otros países desarrollados, la introducción de estas sofisticadas innovaciones que ahorran mano de obra ha incidido en el empleo de varias maneras. Mientras que fábricas como Parkdale no generan directamente muchos puestos de trabajo, sí que dan lugar a la creación de empleo entre los proveedores y en áreas periféricas como la conducción de camiones para el transporte de materias primas y productos acabados. Aunque es indudable que robots como Baxter pueden sustituir a trabajadores que realizan actividades rutinarias, también ayudan a que la manufacturación estadounidense sea más competitiva frente a países con salarios bajos. De hecho, hoy se está dando una tendencia importante a la «relocalización» a causa de las nuevas tecnologías y de los costes crecientes de la mano de obra en países como China, donde el salario de un trabajador fabril típico ha crecido un 20% anual entre 2005 y 2010. En abril de 2012, el Boston Consulting Group hizo una encuesta a diversos ejecutivos industriales estadounidenses y descubrió que casi la mitad de las empresas con más de 10.000 millones de dólares en ventas estaban buscando la manera de volver a trasladar sus fábricas a Estados Unidos o ya empezaban a hacerlo.8

Además de reducir drásticamente los costes de transporte, la relocalización de las fábricas ofrece muchas otras ventajas. Situar las fábricas cerca de los mercados de consumo y de los centros de diseño de productos permite a las empresas acortar los tiempos de producción y responder mejor a las demandas de sus clientes. A medida que la automatización sea más flexible y sofisticada, es probable que los fabricantes ofrezcan más productos personalizados, permitiendo, por ejemplo, que por medio de Internet, y a través de una sencilla interfaz, los consumidores puedan crear sus propios diseños o especifiquen tallas difíciles de encontrar. De este modo, la producción automatizada podrá poner un producto acabado en las manos de un cliente en cuestión de días.

Con todo, hay que hacer una importante advertencia respecto a la relocalización. El escaso número de empleos fabriles creados a causa de ella no serían necesariamente de larga duración. A medida que los robots sean cada vez más capaces y que el uso de tecnologías nuevas como la impresión 3D se vaya extendiendo, esta clase de fábricas acabarán estando totalmente automatizadas. Actualmente, los puestos de trabajo del sector manufacturero en Estados Unidos representan menos de un 10% del empleo total. Por lo tanto, la fabricación mediante robots y la relocalización de fábricas tendrán muy poco impacto en el conjunto del mercado laboral.

Las cosas serán muy distintas en países en desarrollo como China, donde el empleo está mucho más centrado en el sector manufacturero. De hecho, el avance tecnológico ha tenido un enorme impacto en los puestos de trabajo de las fábricas chinas; entre 1995 y 2002, China perdió alrededor del 15% de sus trabajadores en este sector, lo que equivale a unos 16 millones de empleos.9 Hay pruebas que indican claramente que esta tendencia irá en aumento. En 2012, Foxconn, uno de los principales fabricantes de productos electrónicos, anunció un plan para introducir más de un millón de robots en sus fábricas. Hace poco, la empresa taiwanesa Delta Electronics, fabricante de adaptadores de corriente, modificó su estrategia de mercado e inició un proyecto para crear robots de bajo coste para ensamblar aparatos de precisión. Delta espera ofrecer un robot de montaje con un solo brazo por unos 10.000 dólares, menos de la mitad de lo que cuesta el robot Baxter de Rethink. Fabricantes europeos de robots industriales como ABB Group y Kuka AG también invierten mucho en el mercado chino y están construyendo fábricas que producirán miles de robots al año.10

Parece que el aumento de la automatización también estará impulsado porque los tipos de interés que pagan las grandes empresas en China son artificialmente bajos como resultado de la política gubernamental. Los préstamos se prorrogan sin cesar y el capital principal nunca se paga. Esto hace que la inversión de capital sea muy atractiva aunque el coste de la mano de obra sea muy bajo, y ese es uno de los motivos de que las inversiones representen más de la mitad del PIB de China.11 Muchos analistas piensan que estos costes de capital artificialmente bajos han dado lugar a muchas malas inversiones en todo el país, como la construcción de muchas ciudades fantasma que están prácticamente deshabitadas. Del mismo modo, los bajos costes de capital pueden ser un incentivo muy poderoso para que empresas muy grandes inviertan en una automatización muy costosa, incluso en casos donde no tiene mucho sentido comercial hacerlo.

Uno de los retos más importantes de la transición a un montaje robotizado en la industria electrónica china es el diseño de robots con la flexibilidad suficiente para adaptarse a unos ciclos de producción muy rápidos. Foxconn, por ejemplo, tiene instalaciones enormes con dormitorios para los trabajadores. Para cumplir con unos programas de producción muy agresivos, puede que miles de trabajadores sean llamados a media noche para ponerse a trabajar de inmediato. El resultado es una capacidad asombrosa para aumentar la producción o adaptarla a cambios en el diseño de un producto, aunque también pone a los trabajadores bajo mucha presión, como se vio con la epidemia de suicidios en las instalaciones de Foxconn en 2010. Los robots, por supuesto, tienen la capacidad de trabajar sin descanso, y como cada vez tienen más capacidades también son mucho más fáciles de adiestrar para nuevas labores; esto hace que sean una opción más atractiva que los trabajadores humanos, aunque los salarios de estos trabajadores sean bajos.

La tendencia hacia más automatización fabril en países en desarrollo no se limita a China. La producción de ropa y zapatos, por ejemplo, todavía es uno de los sectores que demanda más mano de obra en la industria manufacturera, y las fábricas se han ido trasladando de China a países con salarios aún más bajos como Vietnam e Indonesia. En junio de 2013, la firma de calzado deportivo Nike dio a conocer que los aumentos salariales en Indonesia habían impactado negativamente en sus resultados económicos trimestrales. Según su director de finanzas, la solución del problema a largo plazo sería «fabricar sin trabajadores».12 El aumento de la automatización también se considera una forma de evitar las críticas por el aspecto de talleres clandestinos que tienen muchas fábricas textiles del Tercer Mundo.

PUESTOS DE TRABAJO Y SECTOR DE SERVICIOS

En Estados Unidos y en otras economías desarrolladas, el mayor problema se dará en el sector de servicios, que después de todo es donde están empleados la inmensa mayoría de los trabajadores. Esta tendencia ya es muy clara en los cajeros automáticos y en los supermercados con cobro automático, y se prevé que en la próxima década la automatización del sector de servicios experimentará una expansión que muy probablemente pondrá en peligro a millones de puestos de trabajo.

Momentum Machines, Inc., una empresa de San Francisco, se ha propuesto automatizar por completo la producción de las hamburguesas de calidad gourmet. Mientras un trabajador de un establecimiento de comida rápida pone una hamburguesa congelada en el asador, la máquina de Momentum Machines moldea carne picada fresca, la asa sobre pedido e incluso determina el punto de cocción para conservar el jugo de la carne. La máquina, capaz de producir hasta 360 hamburguesas por hora, también tuesta el pan, corta y añade ingredientes frescos como tomates, cebollas y pepinillos, y lo coloca todo en una cinta transportadora para servir el pedido. Mientras que la mayoría de las empresas de robots procuran dar una imagen positiva de su posible impacto en el empleo, Alexandros Vardakostas, cofundador de Momentum Machines, expone sus objetivos con toda franqueza: «Nuestras máquinas no están hechas para ayudar a los empleados a ser más eficientes; están hechas para prescindir de ellos».13* La empresa calcula que un restaurante de comida rápida gasta, en promedio, cerca de 135.000 dólares al año en los salarios de los empleados que preparan las hamburguesas, y el gasto total por este concepto en la producción de hamburguesas oscila en torno a unos 9.000 millones de dólares anuales en Estados Unidos.14 Momentum Machines cree que su robot se amortizaría en menos de un año y también piensa introducirlo en puestos de comida ambulantes, minisupermercados y quizá hasta en máquinas expendedoras. La empresa asegura que eliminar los gastos laborales y reducir el espacio que necesitan las cocinas, dará a los restaurantes la posibilidad de gastar más en la calidad de sus ingredientes, y les permitirá ofrecer hamburguesas gourmet a precios de comida rápida.

Estas hamburguesas suenan muy tentadoras, pero también tendrán un coste muy alto. Millones de personas trabajan para la industria de la comida rápida, casi siempre en empleos de media jornada con salarios bajos. McDonald’s da empleo a 1,8 millones de trabajadores en 34.000 establecimientos repartidos por todo el mundo.15 Históricamente, unos salarios bajos, muy pocos beneficios extralaborales y una rotación muy elevada han hecho que sea relativamente fácil encontrar empleo en la industria de la comida rápida. Los puestos de trabajo de este sector, junto con los puestos de muy poca cualificación en el comercio minorista, han actuado tradicionalmente como una red de seguridad que ha permitido obtener ingresos cuando no había mejores alternativas. En diciembre de 2013, la Dirección de Estadística Laboral de Estados Unidos afirmó que «el sector dedicado a la preparación y el servicio de alimentos» (donde no entran los camareros de los restaurantes) es uno de los que genera más empleo, y dijo también que esta tendencia continuaría hasta 2022, con casi medio millón de empleos nuevos y otro millón de puestos para sustituir a trabajadores que abandonen el sector.16

Sin embargo, tras la Gran Recesión, las reglas que se aplicaban al empleo en el sector de la comida rápida están cambiando con rapidez. En 2011, McDonald’s puso en marcha una iniciativa para contratar a 50.000 trabajadores en un solo día y recibió más de un millón de solicitudes; estadísticamente hablando, era mucho más difícil conseguir uno de estos Mctrabajos que ser aceptado en Harvard. Aunque los puestos de trabajo en este sector solían estar ocupados por gente joven que buscaba un trabajo de media jornada mientras estudiaba, la industria de la comida rápida emplea hoy a muchos más trabajadores adultos que dependen principalmente de este salario. Casi el 90% de estos trabajadores tienen más de 20 años y el promedio de edad de todos los trabajadores es de 35 años.17 Muchos de ellos tienen familias que mantener, algo casi imposible de hacer con un salario de 8,69 dólares por hora.

Los bajos salarios de esta industria y la ausencia casi total de beneficios extrasalariales han sido motivo de muchas críticas. En octubre de 2013, un empleado de McDonald’s reveló que cuando llamó a la línea de ayuda económica de la empresa por estar en una situación de emergencia, se le aconsejó que solicitara ayuda al gobierno.18 Un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Laborales y Educativas de la Universidad de Berkeley en California, reveló que más de la mitad de las familias de trabajadores de la industria de la comida rápida están inscritas en algún programa de asistencia social, y que el coste resultante para los contribuyentes estadounidenses era de más de 7.000 millones de dólares anuales.19

En otoño de 2013, cuando Nueva York vivió un estallido de protestas y huelgas en establecimentos de comida rápida que pronto se extendieron a más de 50 ciudades, el Instituto de Políticas Laborales, un grupo conservador vinculado estrechamente a las industrias de la hostelería y la restauración, publicó un anuncio a toda plana en The Wall Street Journal advirtiendo que «muy pronto, los trabajadores que exijan un aumento del salario mínimo podrán ser sustituidos por robots». Y aunque estaba claro que el propósito de aquel anuncio era atemorizar a los empleados, la realidad es que, como demuestran los robots de Momentum Machines, la automatización en la industria de la comida rápida es inevitable. Si empresas como Foxconn están instalando robots para que realicen trabajos de alta precisión en el montaje de productos electrónicos, hay pocas razones para creer que no habrá máquinas sirviendo hamburguesas, bocadillos y cafés con leche en la industria de la comida rápida.*

La cadena japonesa de establecimientos de comida rápida Kura, especializada en servir sushi, ha adoptado con mucho éxito una estrategia de automatización. En los 262 establecimientos de la cadena hay robots que ayudan a preparar sushi, y los camareros han sido sustituidos por cintas transportadoras. Para garantizar que los alimentos estén frescos, los robots controlan el tiempo que lleva cada plato de sushi en la cinta y retiran automáticamente los que están a punto de caducar. Los clientes hacen sus pedidos en una pantalla táctil y cuando terminan de comer introducen los platos en una ranura que hay en sus mesas; el sistema calcula la cuenta automáticamente y después limpia los platos para devolverlos a la cocina. En lugar de tener un encargado en cada establecimiento, Kura cuenta con unas oficinas centralizadas desde donde se pueden supervisar todos los aspectos del servicio. El modelo de automatización de Kura permite ofrecer platos de sushi a tan solo 100 yenes (alrededor de un dólar), lo que le da una ventaja muy grande frente a sus competidores.20

Es fácil imaginar que muchas de las estrategias que han servido a Kura, en especial la producción automatizada de la comida y la supervisión a distancia, acabarán siendo adoptadas por la industria de la comida rápida. Ya se han dado algunos pasos en esta dirección: en 2011, McDonald’s anunció que instalaría pantallas táctiles para hacer los pedidos en los 7.000 establecimientos que tiene en Europa.21 Cuando una de las grandes cadenas del sector empiece a obtener una ventaja importante de la automatización, las otras cadenas tendrán que seguirla. La automatización también ofrece la posibilidad de competir en aspectos que van más allá de reducir los costes salariales. La producción robótica se considerará más higiénica, porque entrarán en contacto con los alimentos menos trabajadores. La comodidad, la rapidez y la exactitud de los pedidos aumentará, como también aumentará la capacidad de hacer pedidos personalizados. Cuando las preferencias de un cliente se registren en un establecimiento, la automatización hará que el mismo cliente obtenga el mismo resultado en otros.

Dado todo esto, creo que es muy fácil imaginar que un establecimiento típico de comida rápida acabará recortando su plantilla en un 50% o incluso más. Por lo menos en Estados Unidos, el mercado de la comida rápida está tan saturado que parece poco probable que un establecimiento nuevo pueda compensar una reducción tan drástica del personal que necesita. Y esto significa que una gran parte de los puestos de trabajo previstos por la Oficina de Estadística Laboral no se materializarán.

La otra gran concentración de trabajos con salarios bajos se encuentra en el sector del comercio minorista. Según economistas de la Oficina de Estadística Laboral, después de «enfermero titulado» la ocupación que creará más puestos de trabajo (se espera que más de 700.000) en la década que finaliza en 2020 será la de dependiente de tienda o «vendedor minorista».22 Sin embargo, la tecnología también tiene aquí el potencial para hacer que las previsiones del gobierno parezcan optimistas. Lo que sí se puede prever es que habrá tres fuerzas que determinarán el empleo en este sector.

La primera es la continua alteración de la industria por las ventas en Internet de empresas como Amazon, eBay o Netflix. La ventaja competitiva de estas empresas frente a las tiendas físicas ya se ha reflejado en el cierre de grandes cadenas como Circuit City, Borders o Blockbuster. En varias ciudades de Estados Unidos, Amazon y eBay entregan productos el mismo día con el objetivo de anular una de las mayores ventajas que aún ofrecen las tiendas físicas: la posibilidad de gratificación inmediata después de hacer una compra.

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